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viernes, 26 julio , 2024

David Lebón: «En la dictadura, me llevaron dos veces porque era músico y consideraban que lo mío era opio para el pueblo. Ahora los policías me piden autógrafos»

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EN EL DÍA DEL LANZAMIENTO DE LA SEGUNDA PARTE DE HERENCIA LEBÓN, UN SET DE CANCIONES QUE REPASA LA ÉPOCA DORADA DEL ROCK ARGENTINO, EL EX PESCADO RABIOSO SE TOMA UN TIEMPO PARA REFLEXIONAR SOBRE SU PROPIA HISTORIA. EN ESTA NOTA, CÓMO VIVIÓ LA DICTADURA, SU RELACIÓN CON LAS DROGAS Y EL CAMBIO DE ÉPOCA: “ANTES, EL HOMBRE DE 70 AÑOS ERA UN VIEJO DE MIERDA. HOY CON ESA EDAD ME SIENTO RE BIEN.”

Si hay un músico que puede vanagloriarse de seguir vigente luego de 50 años de carrera, ese es David Lebón. Con Herencia Lebón, su último trabajo artístico, reunió a su banda, más algunos invitados de lujo, para repasar algunos clásicos de la época dorada del rock y rendirles tributo a sus célebres compañeros de ruta. “Por supuesto que hay mucha gente, tanta que me llevaría días citar: Spinetta, Pappo, Billy Bond, Charly, Pedro, Moro…”, dice en este mano a mano con EPU.

Mientras se prepara para la gira de presentación, que lo llevará por todo el país, con dos funciones en el Teatro Ópera incluidas (11 y 12 de noviembre), el cantante y compositor se toma un tiempo para hablar y reflexionar sobre su propia historia: “Le agradezco a mi creador que me haya regalado, junto con mis orejas y mi nariz, el don de poder tocar.”

–Durante la presentación de «Herencia Lebón» se te vio muy emocionado. ¿Estás con la sensibilidad a flor de piel?

–Siempre fui así, pero ahora ya no me da tanta vergüenza. Antes no me animaba a mostrarme de ese modo y me escapaba diciendo cualquier estupidez. Mi mamá se acordaba siempre de eso. Pero la gente se cagaba de risa de todos modos. Estoy en un lugar increíble donde interiormente me siento muy bien.

–¿La realidad circundante te afecta?

–La voy esquivando como puedo, ya tuve suficiente. En los 70 me chuparon dos veces, me picanearon y me cagaron a trompadas. Pude zafar, pero de la situación argentina de hoy no parece haber salida. En aquella época ya había quilombo económico. Desde que soy pendejo que escucho quejarse a los argentinos, es una costumbre que deberíamos abandonar. Me parece maravilloso estar vivo y me da bronca que haya tanta gente que rompa esa armonía en las familias de la gente que trabaja.

–¿Por qué elegís vivir acá?

–Me podría haber vuelto a los Estados Unidos, país en el que me crié. De hecho, podría haber tocado en bandas de allá. Pero todos los lugares tienen sus cosas. Viajé por todo el mundo, pero este es mi lugar; amo a la Argentina y a su público con toda mi alma.

En los Estados Unidos descubrí que quería dedicarme a la música e hice mis primeras experiencias. Desde muy pibe dije que no quería estudiar, por eso soy un ignorante elevado (se ríe). Cuando ya estaba acá, fui al Teatro Coliseo a ver un recital de Almendra y Manal, me gustó tanto que decidí quedarme. Ya me sentía parte de la cosa.

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–¿Llevaste la música de Manal a los Estados Unidos?

–Sí, cuando le hice escuchar sus canciones a mis amigos no lo podían creer. Les sorprendió escuchar las letras en castellano. Imaginate que no sabían ni siquiera dónde estaba la Argentina.

–Fuiste un embajador del rock nacional.

–No, eso es muy fuerte. Sí diría que he sido un puente. Tampoco fui maestro de nadie, pero sí me interesó dar a conocer lo que se estaba haciendo en otra parte del mundo.

–Hoy el negocio de la música se sustenta con las presentaciones en vivo. ¿Las superproducciones sirven para que el pacto con el público siga vivo?

–El show grande es hermoso para ver. Si viene Clapton, que tiene los recursos para hacerlo, es un lujo. Pero cuando veo los shows que se hacen acá, esos que tienen fuegos artificiales, pienso en que no son reales. No tienen nada que ver con lo que estamos viviendo.

–¿Te afecta el paso del tiempo?

–A veces sí. Ahora tengo convicciones que me ayudan. Sé que en algún momento este cuerpo va a quedar acá, pero sé que voy a ir a otro lugar. Yo soy mi respiración, David Lebón es lo que pusieron en mi DNI. Soy algo que no tiene límites, llegué a este mundo sin ningún mapa y tengo que prepararme para encontrar la salida. Estamos todos en una gran fila. No sé qué número tiene cada uno, pero ojalá que el mío sea el último. En mi época, el hombre de 70 años era un viejo de mierda. Yo no quiero irme tan rápido. Ahora, con esa edad, me siento re bien.

–Esta es tu época también, ¿no te hacés cargo?

–Obvio que sí, cambié la lente. Creo que las cosas van a mejorar, aunque no sé si yo voy a ver esa nueva realidad. Los humanos somos seres especiales, en este momento hay mucha violencia. Es como si nos hubieran des-enseñado. Cuando alguien mira a un bebé, no puede hacer otra cosa que sonreír. Tengo nueve nietos y me encantaría que pudieran vivir en un mundo agradable, porque el tiempo es veloz.

–A veces, cuando se tiene esperanza, es porque se viene de un lugar oscuro. ¿Resurgiste de las cenizas?

–Todo lo que digo viene de mi corazón, hay ruido adentro nuestro. La cabeza habla todo el tiempo y solo sabe marcar lo que está bien y lo que está mal. Es muy difícil acostumbrarse a estar bien sin tener un manual desde el principio. Creo que hay un solo Dios que está en el interior de cada uno de nosotros. Cuando te estás por tropezar, siempre hay una mano que te agarra, siempre y cuando entiendas de qué se trata vivir.

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–¿Cómo silenciás ese ruido?

–Subiendo al escenario, es un lugar donde todo está en paz. Cuando en Herencia… canto “Desarma y sangra”, todos lagrimeamos. La emoción me da la comida que necesito diariamente. A veces viene por el lado del abrazo, una lágrima o una palmada por la tristeza de haber perdido un hijo. A mí me pasó.

–¿Cómo se supera esa tragedia?

–Hay millones de formas. Ahora que estoy en donde estoy, entiendo que no voy a ver más a Tayda. Ya está. Se fue a un lugar que nadie conoce. Este cuerpo fue un regalo increíble. La gente no aprendió que somos especiales y no entendió que vivir supone elegir estar en el cielo o en el infierno aquí y ahora. El odio conduce al infierno.

–¿La vida te dio todo lo que esperabas?

–Me enseñó que si ponés lo que tenés que poner, vas a tener lo que tenés que tener. Y lo agradezco. A los 70 años terminé la casa que soñé toda mi vida.

–¿Estás en contacto con Charly García?

–Por supuesto que sí, hablamos con mucha frecuencia, nos queremos mucho. Está terminando un disco y se está preparando para volver a tocar en vivo. Sé que lo va a hacer. Lo admiro mucho, como a Spinetta.

–¿Qué recordás de tu relación con Luis Alberto?

–Muchas cosas, vivimos juntos durante tres años y la pasamos increíblemente bien. Luis me enseñó mucho con la música y con sus palabras, aprendí lo que era un poema escuchándolo a él. Un día le pregunté qué era la perla del alba y me lo enseñó una madrugada en Pinamar cuando me señaló las gotas de rocío que colgaban de los pinos. Me dijo que mirara una con un ojo cerrado, ahí estaba la perla. Un tipo que mira eso y no la mierda que es este mundo, realmente va a vivir muy bien.

Charly y Luis se respetaban tremendamente. De hecho, Serú Girán tocó con Spinetta Jade en Obras Sanitarias. Charly compone música increíble, conoce la música clásica en profundidad. A pesar de que tocó mucho rock, su obra tiene acordes clásicos. Yo siempre le digo que es el rey de los estribillos. En los 70 fue muy inteligente con las letras, les daba por la nuca a todos pero nadie se daba cuenta.

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–¿Por qué estabas en la lista negra durante la dictadura?

–Porque eran unos pelotudos. Yo no era ni montonero, ni tiraba bombas, solamente cantaba canciones de amor. Nunca canté nada en contra de nadie. Mientras me estaban torturando pensaba en que a lo sumo me iban a matar. Me llevaban a procedimiento para mostrarme cómo mataban gente y me decían “esto te va a pasar a vos”. Fue una pesadilla que me dio el poder de no tener miedo. Fueron unos ignorantes hijos de puta. Y no me fui del país, no tenía lugar ni dinero para exiliarme. Me llevaron dos veces porque era músico y consideraban que lo mío era opio para el pueblo. Ahora los policías me piden autógrafos. Murió mucha gente y los que siguen vivos se están rascando los huevos por ahí.

–¿Para ser creativo hay que pasar por los excesos?

–No lo sé. Maradona dijo: “¿Sabés qué jugador hubiese sido yo si no hubiese tomado cocaína?”. Te juro que hubiera sido mejor. Él jugaba después de haber ido a una fiesta, no había control antidoping en ese momento, y aún así hacía goles maravillosos. Cuando hablaba era muy sabio, era un tipo muy buscador.

Yo también pasé por las drogas, hasta que me di cuenta de que todo era al revés. Viví en el infierno, pero no me llevaba a ningún lado. Si te das un saque antes de un recital, tocás para el culo porque el alma se hace las valijas y se va. No le gusta la merca, pero a la cabeza le encanta. A mí no me hizo bien. Es como dijo Ozzy Osbourne a la familia: “Mírenme a mí, así no se drogan”.

–¿Qué le dirías a los músicos más jóvenes que quieren tener una carrera como la tuya?

–Que tengan un anhelo ardiente, no un capricho. Que tomen el amor y el aplauso como un motor. Una vez me llamó Pedro Aznar, él estaba en Estambul tocando con Pat Metheny, yo estaba en Miami, Charly internado y Moro, seguramente, en algún bar. Pedro me dijo: “No sé dónde está la luz, no sé en qué hotel estoy, quiero volver y escuchar el aplauso de los argentinos que es lo que más me gusta”.

–¿Pensás en tocar hasta el último día?

–No, voy a seguir hasta que no pueda seguir componiendo o sienta que no tengo más para dar. Por ahora, cuando me voy de vacaciones, si no me llevo una puta guitarra me arrepiento. La pasión sigue ahí.

Fotos: Machado Cicala, Rodrigo Alonso, Diego Ortiz Mujica

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