Washington.- No hay otra carrera en el periodismo norteamericano como la de Martin Baron. Al frente del Miami Herald, timoneó la cobertura del recuento de votos que decidió la elección de 2000 y la crisis por Elián González. Luego se mudó al Boston Globe, donde lideró el equipo de investigación Spotlight, que destapó el escándalo de los abusos en la Iglesia. Ya en Washington, Baron fue testigo de una transición única en la historia: el traspaso de The Washington Post de la familia Graham a Jeff Bezos, y le tocó cubrir la convulsionada presidencia de Donald Trump. Aunque admite que no es un experto en la Argentina, ve similitudes entre el expresidente norteamericano y Javier Milei.
Retirado desde su salida del Post a principios de 2021, Baron volcó sus años en Washington en su primer libro, Collision of power, Trump, Bezos and The Washington Post, un recuento de primera mano de los eventos que marcaron el presente del país y el mundo, y de una de las instituciones periodísticas más importantes del planeta. Esta semana presentará el libro en la Argentina.
–¿Qué lecciones aprendió de esos años cubriendo a Donald Trump?
–En primer lugar, debemos seguir haciendo nuestro trabajo sin importar las presiones. Trump consistente y agresivamente estaba tratando de atacarnos, socavarnos, y socavar la confianza en nuestro trabajo. Y creo que es importante que entendamos cuál es nuestra misión. Y parte de eso es cubrir a la persona más poderosa de la Tierra, el presidente de los Estados Unidos, y asegurarnos de que el público sepa lo que está haciendo y por qué lo está haciendo, y qué tipo de impacto tiene. Lo segundo, es decir las cosas como son cuando simplemente no está diciendo la verdad. Cuando podamos documentar que él sabe que no es verdad, deberíamos llamarlo mentira y dejar en claro que él no está siendo sincero con el público. En tercer lugar, diría que necesitamos incluso más recursos de investigación, dado el poder del gobierno federal, dada la influencia del presidente y dado que gran parte de lo que está haciendo está tras bambalinas, detrás del telón, debajo de la superficie y, por lo tanto, es realmente importante que tengamos los recursos para hacer ese tipo de investigación. En cuarto lugar, salir al país y realmente entender la mentalidad de la gente, entender realmente sus preocupaciones, sus aspiraciones, sus expectativas, sus vidas, completamente al margen de la política, simplemente entender sus luchas y sus esperanzas y tratar de reflejar eso de manera completa y justa en nuestra cobertura todo el tiempo. Y, finalmente, asegurarnos de que en nuestra cobertura nunca tratamos a nadie con desprecio, que nunca seamos condescendientes y que tengamos respeto por todos a quienes cubrimos.
–En su libro menciona fallas en la cobertura de las elecciones de 2016. ¿Los medios están haciendo un mejor trabajo ahora cubriendo a Trump?
–Bueno, la falla principal fue que no anticipamos a un candidato como Donald Trump. Creo que una vez que anunció su candidatura a la presidencia, al menos nosotros en The Washington Post hicimos nuestro trabajo en términos de cubrirlo, y cubrirlo de manera apropiada y agresiva, analizando toda su trayectoria profesional y personal, y dando al público una idea de qué tipo de presidente sería. Incluso publicamos un libro completo sobre eso llamado Trump revealed, hicimos una larga serie de artículos sobre todo eso. Y creo que si mira esas historias y ese libro, verá que fue una representación muy precisa del tipo de persona que es y del tipo de político que probablemente sería. Pero creo que nuestra falla realmente vino antes de que anunciara su candidatura a la presidencia en el verano de 2015, cuando no entendimos al público estadounidense lo suficientemente bien como para comprender que elegiría a una persona como Donald Trump. Y eso fue una falla de nuestra parte; es que simplemente no salimos al país lo suficiente para entender el nivel de quejas entre tantos sectores del país que estaban buscando a alguien que fuera tan combativo como él, alguien que desafiara a las elites, las llamadas elites, incluida la prensa, y esencialmente les diera una trompada en la nariz y fuera una suerte de pirómano, y rompiera y derribara cosas, y eso es lo que querían.
Baron acuñó una frase durante esos años que ahora está colgada en las paredes de The Washington Post: “No estamos en guerra, estamos trabajando”. Eran los años en los que Trump llamaba a la prensa “el enemigo del pueblo”, y la respuesta de Baron para esa ofensiva era, simplemente, más periodismo.
“Creo que tenemos que entender cuál es nuestro trabajo”, dice, al hablar de esa frase. “No somos taquígrafos, no somos defensores ni activistas. Examinar significa que vamos detrás de la cortina, y que deberíamos ir más allá de la superficie. Necesitamos entender qué políticas se están implementando, y por qué y a quién afectan, quién influyó en esas políticas, y con qué intención y cómo, y ese tipo de cosas debemos hacer, especialmente cuando se trata de la persona más poderosa del país, y también la persona más poderosa del mundo, que es el presidente de Estados Unidos. Y por eso veo que esa es la misión original asignada a los periodistas en este país por sus fundadores, y que conlleva una responsabilidad casi sagrada de cumplir esa misión para el público. Eso es lo que quiero decir con nuestro trabajo. Ese es nuestro trabajo, y siempre lo ha sido. Y es por eso que tenemos una prensa independiente y libre en este país. Esa es la idea detrás de esto”, señala.
Baron cree además que la prensa debe trabajar cada historia con una “transparencia radical”.
–Hay quienes le creen a Trump sin importar qué diga la prensa, ¿cómo se lidia con eso?
–Es un gran desafío. La respuesta es de una naturaleza a muy largo plazo. No hay una solución instantánea para nada de eso. Primero creo que tenemos que cubrir la totalidad del país. Tenemos que reflejar de manera completa y justa a todas las personas en nuestra cobertura para que la gente vea que realmente entendemos cómo son sus vidas, por lo que están pasando. La realidad es que hay muchas comunidades en este país que están pasando por dificultades, donde la gente trabaja en empleos que pagan salarios más bajos que los que ganaban en el pasado, donde no hay oportunidades para sus hijos y, como resultado, hay todo tipo de problemas sociales en sus pueblos, en sus ciudades, y no sienten que los políticos y otras elites, incluida la prensa, entiendan por lo que están pasando. Eso es lo primero. Tenemos que cubrirlos y tenemos que asegurarnos de que realmente entendemos por lo que están pasando y cómo son sus vidas, y en qué creen. Para muchos de ellos, por ejemplo, en Estados Unidos, la fe y la religión son una parte muy importante de sus vidas, y no cubrimos mucho eso, y hay muchos que son creyentes profundos, particularmente evangélicos y católicos devotos, y sienten que la prensa los trata como animales de zoológico, así que es una curiosidad y algo extraño, y la gente lo detecta y se resiente. Es muy importante que no tratemos a nadie con desprecio, que tengamos respeto por quiénes son y cómo quieren que sean sus vidas y cuáles son sus creencias fundamentales. Ese es el punto número uno.
El número dos es que creo que cuando hacemos nuestro trabajo, cuando hacemos nuestros informes, debemos mostrarle a la gente cómo lo hicimos. Necesitamos ser radicalmente transparentes. Por lo tanto, si nos referimos a un documento judicial, debemos proporcionar ese documento judicial. Podemos proporcionar la parte a la que nos referimos, pero debemos proporcionar el documento judicial completo para que podamos demostrar que no lo sacamos de contexto. Si nos referimos a un video, podemos tener un extracto de eso, un clip del video, pero deberíamos mostrar el video completo para que la gente pueda verlo, mirarlo por sí misma y ver que no lo sacamos de contexto. Lo mismo con un audio, audio completo, un clip del audio, pero un audio completo. Y luego lo mismo con los datos. Utilizando los datos, deberíamos mostrar a la gente de dónde proceden y llevarla a través de un enlace a dondequiera que vengan, datos del gobierno o lo que sea, otros datos privados, lo que sea, de donde sea que vengan. Deberíamos permitir que la gente compruebe nuestro trabajo, y el mensaje al público debería ser: comprueben nuestro trabajo. Pueden ver lo que hicimos. No nos quedamos aquí sentados imaginando esto. No lo inventamos. Trabajamos mucho para esta historia, y pueden comprobarlo y hacerlo con mucha más frecuencia y de forma mucho más completa de lo que lo hacemos hoy.
–No deberíamos dar por sentada la confianza de la audiencia.
–Exactamente, absolutamente.
–¿Y deberíamos trabajar con transparencia radical todos los días?
–Cada historia, cada una de las historias, absolutamente.
–¿Qué recomendación les daría a editores y periodistas en América Latina que enfrentan líderes hostiles con la prensa, incluido Javier Milei en la Argentina?
–Bueno, soy reacio a dar consejos a los demás. No estoy allí, y creo que lo último que la gente de América Latina necesita es que alguien en Estados Unidos le dé consejos sobre cómo afrontar sus propios desafíos. No tengo ningún consejo más que el mismo consejo que tengo para los periodistas aquí en Estados Unidos, es decir, asegurarnos de que cubrimos todos los segmentos de nuestra sociedad de manera completa y justa, que se vean adecuadamente representados en nuestra cobertura, y que vean que entendemos cómo son sus vidas y por qué creen lo que sea que crean. Y, en segundo lugar, que seamos lo más transparentes posible en la forma en que llevamos a cabo nuestro trabajo, y que lo hagamos de manera rutinaria, todos los días, en cada historia. Siempre nos hemos dedicado a contar a la gente lo que está sucediendo y no a mostrarle nuestro trabajo, y tenemos que mostrarle nuestro trabajo.
–¿Ve similitudes entre Milei y Trump?
–No sería el primero en decir que hay similitudes, ¿verdad? Parece que es así. No soy un experto en Milei, pero parece que es muy directo, parece que condena a todos sus enemigos, trata a sus enemigos no solo como sus enemigos políticos, sino como enemigos de todo el país. Condena a la prensa. Hace todo lo posible para socavarla. Así que, sí, creo que hay muchas similitudes. Es un disruptor. Se enorgullece de ser un disruptor. Trump también lo hace. Desestima los supuestos consejos de los expertos. Trump también lo hace. Así que sí, creo que hay muchas similitudes. Quiero decir, personalmente, Trump ha llevado una vida muy diferente a la de Milei, por lo que yo sé, en términos de sus propias vidas personales; pero todavía estoy esperando que Trump se convierta al judaísmo ortodoxo o diga que lo hará. No lo ha declarado todavía.
–En su libro, usted se define como tradicionalista y defiende la objetividad en el periodismo. ¿Cómo se busca la objetividad?
–No creo que nos hagamos ningún favor si abandonamos todas las normas, principios, estándares y prácticas de nuestra profesión. No creo que estemos en una buena posición para cuestionar el abandono de las normas, estándares, prácticas y tradiciones de los políticos si nosotros mismos no nos atenemos a ningún estándar. Eso es lo primero.
En segundo lugar, creo que debemos entender lo que realmente significa la objetividad. Creo que ha sido mal caracterizada como una falsa equivalencia, o las dos campanas. El objetivo no es disfrazar la verdad, sino llegar a ella. La pregunta es: ¿cómo se hace eso? ¿Cómo se descubre la verdad? La premisa de la objetividad, con la que estoy de acuerdo, es que hay que abordar las historias con una mente abierta, no con la suposición de que ya se saben las respuestas antes de empezar a informar, porque si ya se saben las respuestas, lo que se dice que se está informando no es realmente un informe genuino, sino un ejercicio de confirmación de sesgo. La idea es abordar el tema con una mente abierta, con la voluntad, la disposición, la disposición genuina de escuchar a todos los que son relevantes, de analizar todas las pruebas que hay y de hacerlo con cierta humildad, sabiendo que no se saben las respuestas, y luego hacer el trabajo. Rigurosamente, a fondo, de manera independiente, objetivamente, que es la palabra que se usa para llegar a la verdad. Creo que la gente ha caracterizado erróneamente la objetividad por varias razones, y a veces, creo que solo porque quieren ser militantes, eso es todo. Quieren ser periodistas militantes, y si quieren serlo, está bien. Pueden decir que lo son. Pero cada institución periodística tiene el derecho de establecer su propia marca, su identidad y su reputación, y tiene el derecho de emitir sus propios estándares.
–¿Qué les diría a quienes dicen que el periodismo centrado en la objetividad ya no funciona?
–No estoy de acuerdo. Veo mucho periodismo que ha tenido un impacto enorme, como mencioné en el libro. Mire, mientras la gente decía que el periodismo no estaba funcionando y que nadie escuchaba, el resultado fue que los republicanos perdieron la Cámara de Representantes en 2018, perdieron la presidencia en 2020 y luego perdieron el Senado en 2020 y todo se trató de Trump. La gente tomó una decisión basada en lo que sabían sobre la política de Trump y sus políticas y su personalidad, y así lo hicieron. ¿De dónde obtuvieron esa información? Bueno, de la prensa convencional, y de ahí es de donde la obtuvieron principalmente. Alguien podría decir: “Bueno, si Trump gana las elecciones, entonces la cobertura no ha tenido ningún impacto”.
Pero la gente vota por un presidente o cualquier candidato por una variedad de razones. Pueden votar por Trump aunque no les guste su personalidad, no crean que sea sincero, no crean que sea disciplinado. Desearían otro candidato, pero no lo tienen, y no les gusta [Joe] Biden, y no les gusta la administración Biden, de la que [Kamala] Harris obviamente era parte, y tal vez estén molestos por la cantidad de inmigrantes que cruzan la frontera ilegalmente. Puede que estén molestos por el alto precio de la gasolina, de los alimentos, de la vivienda y de las altas tasas de interés para una hipoteca. Puede que estén profundamente frustrados porque tanto dinero se está destinando a Ucrania o porque, ya saben, la situación en Medio Oriente fue mal manejada. No digo que personalmente esté de acuerdo con nada de eso, pero así es como se siente la gente, y va a votar en función de eso, y no de si cree en Trump, si cree o no en lo que escribió la prensa. No estoy de acuerdo en que no tenga un impacto. Hay muchos en los que sí tiene un impacto y siempre lo ha tenido. Y para todos los periodistas que deciden ser esencialmente defensores publicando opiniones en Twitter, sigo esperando que alguien me muestre el tuit de un periodista que haya cambiado el mundo. No conozco ninguno, ni nadie me lo ha dicho, pero puedo señalar muchos trabajos periodísticos que han cambiado el mundo y han tenido un gran impacto.
–¿Una eventual victoria de Trump entonces no sería una victoria del trumpismo?
–No estoy seguro de que lo diría de esa manera. Quiero decir, obviamente es Trump, y el trumpismo es lo que vamos a tener si Trump es elegido. Así que sería una victoria para el trumpismo, pero no sería una señal de que a la gente le guste Trump. No sería una señal de que la gente necesariamente confíe en él. Tampoco sería una señal de que estén de acuerdo con todas las políticas de las que habla. Pero será una victoria para el trumpismo, porque él podrá, bueno, dependiendo de lo que suceda en el Congreso, de quién controle la Cámara y quién controle el Senado, podría tener la capacidad de implementar todas estas políticas relativamente radicales de las que ha estado hablando abiertamente.
–En su libro cita a Bezos al hablar del Post diciendo que “los principios triunfan sobre las métricas”. ¿Ve un conflicto entre los contenidos populares y el periodismo de buena calidad? Y si es así, ¿cómo se resuelve?
–Bueno, creo que siempre hay un problema si todo lo que estás haciendo es complacer a tu audiencia, complacer al público, buscar clics fáciles, clics rápidos, donde no es sustancial, donde es información que puede no estar verificada o está distorsionada, no es contextual. Ya sabes, es engañoso de alguna manera. Pero no todo el periodismo de calidad tiene que ser largo. Hay una tendencia entre los periodistas tradicionales a pensar que la única calidad que tiene un periodismo de calidad es el periodismo largo, y ese no es el caso. Creo que es posible, es difícil, pero estamos viviendo en una época en la que la mayoría de los jóvenes tienen poca capacidad de atención y tenemos que lidiar con eso. Y entonces la pregunta es: ¿cómo podemos llegar a ellos con cosas que sean más cortas y que sirvan esencialmente como un aperitivo que pueda animarlos a querer consumir el plato principal completo? Por eso creo que necesitamos nuevas líneas. Y el hecho de que estés haciendo algo que sea más corto no significa necesariamente que no sea de calidad. Necesitamos pensar cómo hacer cosas cortas de alta calidad.
–¿Y qué tendencias o ideas originales, como la que acaba de mencionar, está viendo en los medios estadounidenses?
–Bueno, tenemos, si mira la cobertura del huracán en Florida, lo que hemos llamado blog en vivo. Muchos de ellos existen desde hace algunos años. Todas son actualizaciones muy breves sobre lo que está sucediendo. Y si uno desea leer más, hace clic en leer más si lo hay, y simplemente le brinda la actualización sobre lo que está sucediendo. Y eso ha sido muy exitoso. Podemos pensar: ¿qué pasaría si pudiéramos hacer eso solo con video en lugar de texto? No hay nada, nada inherentemente de menor calidad en el video en comparación con el texto, por lo que podríamos hacerlo estrictamente con video, siempre y cuando tuviéramos el video. Ese es un ejemplo. Ciertamente, hay organizaciones de noticias que ya están experimentando mucho con TikTok y cómo pueden presentar noticias en TikTok. Hay muchas organizaciones de noticias que ya están muy metidas en Instagram y también presentan noticias y periodismo de servicios en Instagram. No creo que lo hayamos convertido en una gran prioridad, como tal vez estamos comprometidos, y es simplemente difícil para las organizaciones periodísticas tradicionales dar un giro y aceptar que tal vez necesitamos presentar nuestro periodismo de una manera completamente diferente, y muchos lectores a quienes les gustan las cosas como son, y así sería, podrían sentirse ofendidos y podrían rechazar lo que hacemos. Es un desafío, pero creo que es posible, y creo que hay ejemplos por ahí, de lo que la gente está haciendo en Instagram, lo que está haciendo en TikTok, lo que está haciendo con los blogs en vivo.
–¿Los medios deberían hacer más periodismo visual?
–Creo que sí. No es como yo consumo las noticias, pero tengo casi 70 años, así que tenemos que agradecerles eso a las personas que son más jóvenes, porque son nuestro futuro. Creo que vivimos en una sociedad mucho más visual. Todo lo que necesitas hacer es ver a una persona joven usando TikTok para entender que la forma en que consume información es completamente diferente de cómo mi generación consumía información. Y puedo mirar eso con total desdén o debería mirar eso y decir: “qué debemos hacer para atraer a esa persona y sin sacrificar todo y la verdadera calidad?”. La gente se orienta mucho a lo visual y también le gusta la autenticidad de escucharlo de alguien que no es como nosotros y que no representa una institución importante, que se parece más a ellos, ya sabes, los llamados influencers. Tenemos que pensar en quién puede hacer eso, quién puede hacerlo bien, quién está dispuesto a hacerlo, y no tratarlos como si fueran periodistas de menor calidad.
–Su paso por The Washington Post fue exitoso, subieron las suscripciones, sumaron lectores, pero ahora el diario ha tenido dificultades, hubo despidos, cambios en la dirección. ¿Cómo ve su presente y su futuro?
–Siguen haciendo un trabajo realmente excelente. Y continuaron embarcándose en investigaciones muy serias y difíciles. Tuvieron dificultades, creo, por una variedad de razones. No se prepararon adecuadamente para la era posterior a Trump. The New York Times se diversificó en cosas que no tenían nada que ver con noticias, juegos, cocina o recomendaciones de productos, servicios, cosas así. Así que muchos de los suscriptores de The New York Times son suscriptores de esos otros productos. Y el Post no hizo eso al mismo tiempo, se expandió agresivamente en términos de contratación, incluso cuando el mercado de publicidad digital se estaba debilitando. Y creo que se expandieron demasiado, se sobrepasaron. Crecieron demasiado rápido e incurrieron en muchos costos, y tuvieron que reducir su tamaño. Tienen un desafío en términos de definirse a sí mismos, particularmente en oposición al Times. ¿Cómo se definen a sí mismos? Creo que Bezos está comprometido con eso y sigue comprometido con eso, y estoy seguro de que encontrarán una manera de superar sus dificultades actuales. No es extraño que las principales instituciones periodísticas pasen por momentos difíciles. Cuando llegué al Post, eran tiempos muy difíciles. Mucha gente descartaba a The Washington Post, diciendo que se estaba volviendo irrelevante. Solo teníamos 580 personas en la sala de redacción; eso es un buen número de empleados en muchos lugares, pero ahora son algo así como 950 y eran más de 1000, así que tuvieron que despedir unas 100 personas, pero la sala de redacción es mucho más grande hoy que cuando Bezos nos compró. Creo que pueden encontrar su camino, pero continúan haciendo un buen trabajo, continúan teniendo impacto y tienen un personal excelente.
–¿Todavía confía en la gestión de Bezos?
–Sí. Ha sido un buen propietario. Me di cuenta de que hay muchas quejas dirigidas hacia él debido a estos recortes, pero tenga en cuenta que estaban perdiendo mucho dinero y, si bien tuvo recortes, no fueron recortes lo suficientemente grandes como para cerrarlos y eliminar todas las pérdidas, por lo que él ha absorbido las pérdidas personalmente. Ojalá estuviera más involucrado en lo que está sucediendo allí. Ojalá pasara más tiempo allí. Ojalá pasara más tiempo hablando con la gente del personal, me gustaría que lo hiciera con gente de toda la organización, simplemente no pasa mucho tiempo allí. Y creo que eso es un error. Si yo estuviera hablando con él, que no es mi caso, lo instaría a que pasara más tiempo allí y hablara con la gente. Sería una inversión de tiempo muy, muy productiva.
–Fue jefe en el Miami Herald, el Boston Globe y el Post, siempre prestó mucha atención a la investigación. ¿Hay algo que haría diferente?
––En cuanto al periodismo de investigación, no, realmente no hay nada que haría diferente. Ampliamos significativamente nuestros recursos para el periodismo de investigación en el Post y también en el Boston Globe antes de que yo estuviera allí, y estoy muy contento con los resultados que obtuvimos. Hicimos un gran trabajo. Ganamos premios Pulitzer por eso. Fue reconocido. Y hubo mucho trabajo excelente que no ganó premios Pulitzer y, en mi opinión, debería haberlo hecho. Lo único que menciono al final del libro es que después del asesinato de George Floyd, en 2020, me quedó claro que la gente, los periodistas de color en el personal sentían que no tenían una representación adecuada en las filas de liderazgo del Post. Y creo que tenían razón. Y si tuviera que hacerlo todo de nuevo, dedicaría más tiempo a intentar asegurarme de que tuviéramos una representación adecuada en esas filas del Post.
Baron se muestra optimista sobre el futuro del periodismo. “No conozco a nadie que haya tenido éxito esperando fracasar”, dice. Ve señales alentadoras en nuevos medios, como Axios o Punchbowl, y organizaciones sin fines de lucro, como ProPublica o Chalkbeat. El Times y el Post pasaron tiempos difíciles, pero lograron revertirlos. Siempre habrá un elemento disruptivo, como ahora ocurre con la inteligencia artificial.
“En nuestro negocio, la inestabilidad es una condición permanente. No es una condición temporal. Y tenemos que sentirnos cómodos con la incomodidad”, define. “Es difícil, incómodo, frustrante y exasperante, pero para otras personas es un desafío estimulante, emocionante, presenta oportunidades. Y ese es el negocio en el que estamos, y deberíamos afrontarlo y no empezar a sentir nostalgia por el pasado y a lamentar la desaparición de los buenos viejos tiempos. Tenemos que aceptar las cosas como son y decir: ‘¿cómo hacemos un trabajo de alta calidad en una época en la que los hábitos de consumo de los medios están cambiando y en la que la tecnología siempre avanza, nos guste o no?’. Hay algunas cosas que deberían cambiar, y algunas cosas que creo que no deberían cambiar. Y las cosas que no deberían cambiar son nuestros valores fundamentales, y las cosas que deberían cambiar son cómo narramos historias y cómo las difundimos”, cierra.
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