El Taladro consiguió una clasificación milagrosa por gol de visitante: en el final, Sperduti, que había ingresado un minuto antes, metió el 2 a 2 contra Independiente del Valle en Quito. Dátolo, con un descomunal tiro libre, había puesto el 1 a 0. Espera al ganador de la serie Nacional-Chapecoense.
Omar Píccoli tuvo que cargar con toda la presión por la enfermedad de Julio Falcioni. El ayudante de campo, a diferencia del partido de ida, debió dirigir a Banfield en la revancha ante Independiente del Valle. Empresa brava, eh: había que meter por lo menos un gol en los 2.850 metros de Quito, porque en la ida los ecuatorianos habían igualado 1 a 1 sobre la hora.
Y Píccoli tuvo una decisión clave: mandó a la cancha a Sperduti para los últimos cartuchos, para con un poco de aire intentar el milagro, ya que los locales ganaban 2 a 1. Y el ex Newell’s al minuto recogió el rebote de un corner y apuntó con decisión, con seguridad, y rompió la resistencia de Piedra, el arquero que instantes antes había tenido una doble tapada.
Ahí se acordaron todos de una jugada increíble que también se había producido segundos antes, del mano a mano de Estrada, que casi por cancherear falló ante Arboleda. Y le dio una última esperanza a Banfield, la que se consumó con el milagro de Sperduti.
No será la única imagen que quedará en los hinchas del Taladro, porque el descomunal golazo tres dedos de tiro libre de Dátolo fue de eficiencia técnica que da para repetirlo por la TV durante varios días. Si hasta Piedra arrancó para su izquierda y después no supo ver el efecto, también milagroso, de Jesús.
Banfield tiene un escalón más por recorrer en su camino a la fase de grupos: espera al ganador de la serie Nacional de Uruguay-Chapecoense. En la ida, en Chapecó, los charrúas sacaron una victoria 1-0, por lo que el destino más probable resulta Montevideo.
