Washington identifica 204 productos que se producen con trabajo de menores o forzado en 82 países de todo el mundo, incluidos la mayoría de los de Latinoamérica
Muchos de los minerales básicos para la generación de energías verdes están contaminados por la explotación infantil y el trabajo forzado. Esa es una de las conclusiones del informe Sudor y esfuerzo: trabajo infantil, trabajo forzado y trata de seres humanos en el mundo, la completa radiografía bienal sobre la materia que realiza la Oficina de Asuntos Laborales Internacionales (ILAB, por sus siglas en inglés) del Departamento de Trabajo de Estados Unidos, recién publicada. El informe detecta un alarmante aumento del número de productos y países en los que se recurre a ese tipo de explotación.
Desde 2022, la lista que elabora la ILAB ha pasado de 159 bienes en 78 países a 204 productos en 82 países. Entre los productos añadidos hay bienes de consumo, electrónica, prendas de vestir, textiles y manufacturas, entre ellos algunos que no habían sido identificados anteriormente como objeto de explotación laboral como los azufaifos, el plomo, el níquel, el cloruro de polivinilo y los calamares. En la lista aparecen cuatro nuevos países. Dos de ellos por aplicar trabajo forzoso: Bielorrusia (muebles y madera), Mauricio (prendas de vestir). Los otros dos, por producir bienes tras importar materias primas fruto del trabajo infantil: Países Bajos (chocolate y pasta y polvo de cacao con cacao importado de Ghana y Costa de Marfil) y Corea del Sur (indio, con zinc de Bolivia).
La complejidad de la cadena de suministros mundiales puede ocultar la explotación. “De hecho, en algunos casos está diseñada para ocultar la visibilidad de las prácticas laborales, subrayó en Washington el pasado jueves Thea Mei Lee, subsecretaria adjunta para Asuntos Internacionales del Departamento de Trabajo en un encuentro con periodistas internacionales. “La falta de transparencia, combinada con la demanda de productos baratos por parte de los consumidores, la presión para mantener los costes bajos y la búsqueda de mayores márgenes de beneficio, crea unas condiciones en las que persisten las prácticas de explotación laboral”, añadió.
Lee puso el acento en al aumento de la explotación para la producción de minerales. Los niños de la República Democrática del Congo, Zambia, Zimbabue y Bolivia extraen minerales esenciales como cobalto, cobre, litio, manganeso, tantalio, estaño, wolframio y zinc, según el informe. Trabajan en minas artesanales y a pequeña escala mal reguladas, realizando tareas peligrosas como excavar túneles, transportar cargas pesadas y manipular sustancias tóxicas.
Asimismo, el trabajo forzoso forma parte de la cadena de suministro de otros minerales cruciales, como el aluminio y el polisilicio de China, el níquel de Indonesia y, de nuevo, el cobalto, el tantalio y el estaño de la República Democrática del Congo. Los trabajadores se enfrentan a abusos como horas extraordinarias excesivas e involuntarias, trabajo inseguro, salarios impagados, multas, despidos, amenazas de violencia y servidumbre por deudas, según las autoridades estadounidenses.
“Muchos de estos materiales son vitales en la producción de tecnologías verdes”, explicó Thea Mei Lee, del Departamento de Trabajo. El cobalto y el litio son esenciales para las baterías de los vehículos eléctricos. El polisilicio capta la energía solar y el indio ilumina las luces LED. “Esto pone de relieve un reto creciente que no podemos permitirnos el lujo de ignorar. ¿Cómo equilibramos nuestra urgente necesidad de energía limpia con el imperativo de proteger a los trabajadores vulnerables? ¿Podemos garantizar que nuestro camino hacia un futuro más sostenible no esté pavimentado con explotación laboral?”, se preguntó.
A medida que se acelera la revolución de la energía verde, también lo hace la demanda de minerales esenciales. “Cuanto más tardemos, más niños se verán obligados a trabajar en minas peligrosas, más trabajadores sufrirán explotación y más arraigados estarán los abusos laborales en las cadenas de suministro de minerales esenciales”, añadió Lee, que reclama establecer protecciones como ubicar las nuevas inversiones en energías limpias en países que se comprometan a respetar los derechos fundamentales de los trabajadores e imponer restricciones comerciales a los que no lo hagan, de forma coordinada con otros países.
Escalada en China
En lo que se refiere a la explotación infantil, la ILAB ha retirado cuatro productos desde la anterior edición ante las pruebas de que se ha eliminado el trabajo infantil en su producción más allá de incidentes aislados: arándanos de Argentina, sal de Camboya, gambas de Tailandia y fluorita de Mongolia.
La lista de bienes producidos con trabajo infantil incluye a la mayor parte de los países de Latinoamérica, sobre todo con productos agrícolas. Se mantienen en la lista Argentina (con 10 productos), Bolivia (11), Brasil (23), Colombia (10), República Dominicana (5), Ecuador (7), El Salvador (7), Guatemala (6), Honduras (3), México (15), Nicaragua (7), Panamá (2) y Perú (5), y entra Venezuela, con el oro. Hay también casos de trabajo forzado y en tres países (Argentina, Bolivia y Colombia), bienes que se producen con trabajo forzado infantil.
En paralelo, la ILAB ha publicado su informe anual de Conclusiones sobre las peores formas de trabajo infantil, que se centra en los esfuerzos de determinados países y territorios beneficiarios del comercio estadounidense para eliminar las peores formas de trabajo infantil mediante legislación, mecanismos de control, políticas y programas sociales. De los 131 países evaluados, solo seis obtuvieron la valoración más alta de avance significativo: Argentina, Chile, Colombia, Ecuador, México y Moldavia. La mayoría de los países recibieron una evaluación de avance moderado, pero otros 47 países registraron un avance mínimo, según el informe.
Marcia Eugenio, directora de la Oficina de Trabajo Infantil, Trabajo Forzoso y Trata de Seres Humanos (OCFT), insistió en el encuentro con periodistas que “las empresas deben establecer sólidas medidas corporativas de diligencia debida y rendición de cuentas para proteger a los trabajadores en toda su cadena de suministro”. “Los informes brillantes y los complejos procesos corporativos no bastan para abordar los abusos laborales sistemáticos. Las empresas deben implantar una sólida supervisión sobre el terreno con los trabajadores y los sindicatos en el centro del proceso, colaborar con las partes interesadas locales y aplicar estrictas medidas de rendición de cuentas en toda su cadena de suministro”, añadió.
En relación con el trabajo forzado, Thea Mei Lee destacó la explotación laboral que impulsa el dominio de la producción mundial de China. Desde al menos 2016, el Gobierno de la República Popular China ha sometido a los uigures y a los miembros de otros grupos étnicos minoritarios predominantemente musulmanes de Xinjiang a genocidio, trabajos forzados impuestos por el Estado y crímenes de lesa humanidad, dijo. “Desde 2020, hemos identificado seis bienes producidos por trabajo forzoso uigur en China, y este año hemos añadido seis más, entre ellos sosa cáustica, silicio de grado metalúrgico, cloruro de polivinilo, calamares, azufaifas y aluminio”. “Esta escalada es muy preocupante, ya que China es uno de los principales exportadores mundiales, si no el principal, de casi todos estos bienes contaminados”, subrayó.
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