20 diciembre 2024

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Cómo un estadio de fútbol en el interior de Argentina se convirtió en un lugar de peregrinaje para los austríacos

Todos entran al Estadio Mario Alberto Kempes por el museo y luego ingresan al campo de juego, los más fanáticos besan el césped y los más detallistas preguntan cuál fue el arco donde marcó Krankl (uno llegó a tocar el violín debajo de ese travesaño): para los austríacos esta cancha es «suelo sagrado».

Todo empezó el 21 de junio de 1978 en Córdoba, Argentina, a unos 715 kilómetros de Buenos Aires, cuando por la segunda ronda del Mundial de Fútbol se enfrentaron Alemania y Austria.

Ese día, Gustavo Farías salía del colegio secundario a las 13.20 y tenía entradas para ver el partido que empezaba a las 13.45, pero el estadio se encuentra en la periferia de la ciudad. Su madre no consintió que se fuera antes de la escuela y le prohibió ir a la cancha.

«En esos años se decía que un mundial en Argentina se iba a jugar cada 100 años, y yo le dije a mi madre que colegio había todos los días, pero aun así no me dejó ir. Cuando me enteré después de todo lo que pasó ese día pensé que me había perdido un partido cargado de historia».

En el estadio, en ese momento, Federico Scherzer -junto con su familia y los trabajadores de su empresa- estaban repartiendo 10.000 banderitas de Austria entre los casi 40.000 espectadores. Aún no lo sabía, pero esa actividad lo uniría a la tierra de su padre por más de 45 años.

BBC

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