La Academia dio vuelta el partido ante el Corinthians de Ramón Díaz y va a jugar la final contra Cruzeiro.
Tenía que ser con un guion escrito para Racing. A medida. Uno que incluyera un poco de todo. El fútbol y las ganas. El suspenso, el drama y el final de una comedia romántica. Era lo que la historia exigía. La más dura, la que vivieron los más grandes, y las nuevas generaciones. La que representa la resiliencia que hace carne en Costas y la del equipo protagonista que por más de 10 años amalgamó Víctor Blanco. Le faltaba, le falta en realidad, un título internacional. Después de 32 años, Racing volverá a jugar una final. El triunfo de anoche ante Corinthians entra en la historia moderna del club. La Academia, al ganarle al Timao 2-1, rompió un maleficio de más de 30 años. Tiene cosas del equipo de Mostaza Merlo del 2001. También de la Supercopa 88, el último título ganado. Avellaneda explotó. Antes, con un recibimiento magnífico, y ya en la cancha con la gran victoria.
Lo primero que hay que destacar de este Racing finalista es su carácter. No había arrancado como una fiesta perfecta. Todo lo que se podía imaginar en la previa nunca ocurrió. El equipo de Costas no se llevó por delante a los brasileños. Al minuto, García Basso se lo sopló a Yuri Alberto. A los 6’, Arias se apresuró en una salida y el propio 9, animal del gol, puso en ventaja a Corinthians. La Academia no hacía pie y perdía. Estaba acelerado y nervioso. La presión del partido pesaba. Un rato después, Garro se fue solito y Gaviota le tapó lo que era un 0-2 y casi una sentencia de muerte. Ahí renació un Racing conmovedor.
Al volver a sentirse vivo, el local fue pasito a pasito construyendo el empate. Se afianzó en el medio y empezó a lastimar por los costados. De un desborde de Salas llegó la mano de Martínez, el penal y el zurdazo -fuerte y al medio- de Juanfer Quintero. A los 36’, el colombiano lo pateó como jugó Racing está semi con gusto a final. Mordió los labios y lo aseguró.
El 1-1 casi que no existió. Tres minutos más tarde, la Acadé lo dio vuelta. Avivada del alcanza pelotas, quien le dio rápido el lateral a Salas, Maravilla peinó y Juanfer se fue al segundo para definir de zurda. Locura, éxtasis. El equipo de Costas lo daba vuelta.
Para ese entonces, Racing se estaba jugando la vida. Se notaba en el lenguaje corporal de sus jugadores. Chocaban, golpeaban. Se desvivían por recuperar la pelota. Sabían que una serie palo y palo, llena de goles, no se iba a escapar.
El segundo tiempo, bien por la Academia, ya no fue de tantas emociones. Salas y Quintero retrocedieron más por los costados y el Timao intentó con pelotazos. Ya no tocaba tanto por el medio ni encontraba espacios detrás de Nardoni.
Costas era el jugador número 12. Empapado en sudor, festejaba hasta los laterales. El Cilindro se venía abajo cada vez que Di Cesare y García Basso salían lejos y se llevaban la pelota o una pierna. Era la ley del potrero. Pero sirvió. Memphis le escapó al contacto y terminó saliendo en un Corinthians que terminó partido, con casi cinco delanteros pero sin capacidad de encontrarlos.
Ganó Racing y está en la final de la Copa Sudamericana. Es para lo que llegó Gustavo Costas. La mala campaña en el ámbito local queda en el olvido. Este 2024 la Academia se puso como objetivo ser campeón internacional. Está a un partido.
La palabra de Juanfer Quintero tras darle la clasificación a Racing
«Es un momento único. Creo que no hay palabras para explicarlo. Fue un año muy difícil. Le quiero dedicar el triunfo a dios y a mi familia. Mi corazón y mí alma está con ustedes«, declaró el volante colombiano, autor de los dos goles de la Academia ante Corinthians en el Cilindro de Avellaneda.
OLÉ