El Xeneize sufrió en algunos tramos y no pasó del 0-0 contra el Bicho. Velasco y Battaglia hicieron su debut con la azul y oro.
Duró un par de minutos, pudo ser uno sólo. Porque ese centro de Prieto en el inicio mismo del encuentro, que encontró la cabeza del pibe Tomás Molina para chocarse con el travesaño, se pudo transformar para Boca en una desventaja inicial como le pasó tantas veces durante el 2024. Como no terminó en gol, la ilusión desplegada en el inicio, ese fuerte grito de apoyo y entusiasmo antes de que el árbitro pitara el inicio del partido que terminaría empatado 0 a 0 ante Argentinos (y que refería a un mercado de pases que dejó a todos más que satisfechos), se extendió por unos instantes más.
Pronto, sin embargo, la Bombonera dejó de ser una fiesta plena para meterse en un partido donde el que llevó adelante su libreto al pie de la letra fue el equipo visitante. Sin dar tregua en el mediocampo, ampliando el juego de lado a lado y complicando a los tándems xeneizes de los dos laterales (con problemas de conexión con los extremos), que no podían hacer pie en defensa y mucho menos prosperar en ataque.
Así, se sucedieron tres jugadas más de peligro de los de Nicolás Diez, alternando mala suerte en el último toque con buenas reacciones de Leandro Brey. En el medio, la que resultó casi la única llegada del local, con una buena intervención del chileno Palacios y uno de los pocos toques de distinción de Ander Herrera en su estreno en el Templo, el cual pudo verlo irse a duchar antes por una fuerte entrada. Pero ahí, en ese ataque a fondo, la pelota no la pudo controlar bien Fabra de cara al arco y tampoco la pudo terminar Brian Aguirre.
El primer tiempo se diluyó sin mayor peligro que esas pocas aproximaciones, al tiempo que la euforia de la gente (aún sin generar impaciencia) se fue convirtiendo en una especie de sensación de estar viendo una película repetida.
De si Argentinos respetó de más, si no le dio para imponerse con autoridad más allá de tres cuartos de cancha, o si Boca se plantó algo mejor en el complemento es que se reparten las razones de la diferencia entre ambas etapas, mínimas al fin y al cabo. Porque aunque algo cambió en el entretiempo a favor del equipo de Gago (no por la salida por dudas físicas de Marcos Rojo para el ingreso de Ayrton Costa, su suplente a medida), el peligro no se hizo presente en toda la tarde en La Boca.
Sí hubo en la tarde de estreno tiempo para algunas certezas entre tanta palidez de juego colectivo. Una es que Boca encontró en Palacios a un jugador distinto que pronto puede ser solución: porque se involucró, las pidió todas y generó lo poco que el equipo tuvo en cuanto a situaciones favorables. Y porque su juego con tendencia a atacar directo, sin estar solamente destinado a las bandas, es algo que no abunda. Después, la saludable aparición del pibito Rey Domenech, quien -con destellos de calidad y mucha personalidad- le hizo ganar al DT su primera medalla meritoria del año.
Claro, no hubo mucho más para destacar en un partido en el que tácticamente Gago se obstinó a mantener su idea inicial sin mezclar algo de lo que tenía sentado en el banco (ahora sí) para cambiar el dibujo. Pudo haber sido un paso más en falso aún y también una victoria, pero terminó siendo un punto que quedará en el olvido o se recordará como el día en que un cabezazo surgido de un córner a los 95 minutos se convirtió en el primer tiro al arco propio del encuentro.
Ya un rato antes, mientras la gente se entusiasmaba con una escalada inofensiva de Advíncula que terminaba en la nada absoluta, o cuando ya casi ni se esperanzaba con que el VAR revirtiera la bandera arriba por otro gol fuera de juego de Cavani, aquella ilusión de ver al Súper Boca en acción iba quedando en el olvido. Y sin resignarse la noche se fue apagando. Pensando (como seguramente también Gago y todos los que sueñan con un año brillante), en que habrá pronto otra oportunidad.