El homenaje que todos los años se realiza en esa iglesia emblema de la lucha por los Derechos Humanos tuvo com eje central la denuncia de la intención de morigerar las penas de los genocidas.
Todos los años, en la iglesia de la Santa Cruz, se recuerda a las Madres de Plaza de Mayo, los familiares de desaparecidos y las religiosas secuestrados por la dictadura entre el 8 y 10 de diciembre de 1977. Estas conmemoraciones son parte de la construcción de la memoria; se hicieron en muy distintos escenarios políticos a lo largo del tiempo, algunos extremadamente difíciles, como durante la misma dictadura. O en el menemismo, que con los indultos creyó haberle puesto una tapa a la causa por la verdad y la justicia. Este 8 de diciembre, el homenaje nuevamente se realizó en una situación compleja: 2024 es el año de la visita de los diputados libertarios a los represores detenidos en la cárcel de Ezeiza, de los planes para liberarlos, del negacionismo impulsado desde la Casa Rosada por Javier Milei, de la campaña para lavarle la cara a los genocidas de la vicepresidenta Victoria Villarruel. Los familiares y compañeros de los 12 de la Santa Cruz advirtieron, en este sentido, que el embate ya superó los discursos para convertirse en hechos: tal como había anticipado Página/12, por orden de la Cámara del Crimen, este jueves habrá una audiencia judicial en la que los represores y genocidas alegarán sobre sus condiciones de detención, en plan de conseguir morigerar sus penas y obtener libertades y prisiones domiciliarias.
La memoria de los doce -y con ellos, la de los 30 mil desaparecidos- está directamente ligada a esta ofensiva, ya que uno de los represores que está en busca de obtener el beneficio de la prisión domiciliaria es Alfredo Astiz, responsable directo de aquellos secuestros. En ese marco, los organizadores denunciaron «el plan destinado a la morigeración de las penas, obtener libertades y prisión domiciliaria» del Gobierno que, dijeron «está rindiendo sus frutos».
Por eso, la misa celebrada este año en el lugar fue a nave llena y por la tarde, en el acto, familiares, amigos y vecinos coparon la calle. En la iglesia de la Santa Cruz hubo figuras públicas y militantes por los derechos humanos. León Gieco los acompañó como la presencia central de un festival.
Junto con el reclamo de memoria, verdad y justicia los familiares y compañeros de los 12 trazaron una lectura del momento: “Milei no es un loco con motosierra que pregona en el desierto. Milei gobierna el país, con y para las corporaciones internacionales en este nuevo proceso histórico de división internacional del trabajo y acumulación de la riqueza”, señalaron.
Agregaron que “no es un topo que vino a destruir el Estado, es un fascista que vino a apoderarse del aparato estatal con todas sus herramientas para lograr esos objetivos. Y que está avanzando a paso firme y acelerado”.
Los homenajes
“Lo que más me llegó de la celebración de este año fue encontrar a un grupo de chicos, muy jóvenes”, contó Ana María Careaga, la hija menor de Esther Careaga, una de las madres desaparecidas. Los adolescentes habían hecho una vigilia y participaron de la misa que se realizó por la mañana. Tenían la misma edad que tenía Ana María en 1977, cuando fue secuestrada, 16 años, algunos tal vez 17. Esther consiguió que liberaran a su hija, y por un corto tiempo se exilió, pero volvió a la Argentina para continuar la lucha de las Madres . En eso estaba cuando ocurrió el operativo en el que fue marcada por Astiz.
El embajador de Francia, Roman Nadal, también participó en la misa y más tarde llevó una ofrenda de flores al lugar, dentro del predio de la iglesia, donde están enterrados los cuerpos de las monjas francesas Leonie Duquet y Alice Domon. Así, reafirmó el gesto que tuvo el presidente Emmanuel Macron en su reciente visita a Buenos Aires, en la que se encontró con Milei pero también visitó la iglesia de la Santa Cruz, en un mensaje contra el negacionismo de los crímenes cometidos por la dictadura.
El acto que se realizó a la tarde tuvo un contenido cultural. La calle fue cortada para hacer un festival, y la gente cantó con León Gieco. Actuaron además otras bandas, un grupo de teatro barrial y otro de danzas. Y al cierre fue leído el documento de los familiares y amigos de los 12. «Como militantes de la patria podemos afirmar que, al igual que en otras etapas históricas, este gobierno va a terminar, y el campo popular necesita estar organizado, para que esto ocurra más temprano que tarde y poner fin al enorme sufrimiento al que nos someten como pueblo. Es momento de entender que si seguimos haciendo lo mismo obtendremos los mismos resultados y estaremos ante el peligro cierto que el fascismo se consolide en la Argentina por décadas. Necesitamos unidad», expresaron en el texto, en el que defendendieron el liderazgo político de Cristina Kirchner y la figura de Axel Kicillof.
Quienes fueron los doce
En 1977, las madres de Plaza de Mayo ya habían empezado a hacer sus rondas. Se reunían además donde podían, a veces en iglesias. La de la Santa Cruz, a cargo de sacerdotes pasionistas, era una de ellas. Ese diciembre, un grupo de madres y familiares de desaparecidos se venían juntando para preparar la publicación de una solicitada en el diario La Nación, en reclamo por la aparición de sus seres queridos.
En el grupo estaban las madres fundadoras Azucena Villaflor, María Ponce de Bianco y Esther Balestrino de Careaga. María Ponce de Bianco buscaba a su hija Alicia, Azucena a su hijo Néstor y a su nuera, a Esther Careaga le habían secuestrado a sus yernos, y mientras los buscaba, a su hija Ana María, de 16 años.
A la preparación de la solicitada se les sumaron Angela Aguad, que tenía a su esposo detenido a disposición del Poder Ejecutivo, en el Chaco; Remo Berardo, que buscaba a su hermano Amado, y Julio Fondevilla, que tenía desaparecido a su hijo Carlos.
También iba a los encuentros Patricia Oviedo, de 24 años, que buscaba a su hermano Pedro. Otros de los que venían participando de las actividades eran militantes, como Horacio Elbert, de 28 años, Raquel Bulit y Daniel Horane que pertenecían a Vanguardia Comunista. Estaban además las monjas francesas Leonie Duquet y Alice Domon.
El grupo era más amplio que las doce personas que fueron secuestradas. Y había sido infiltrado por Alfredo Astiz, que se metió entre las Madres con el nombre de Gustavo Niño, diciendo que buscaba a un hermano.
Integrante del grupo de tareas de la Esma, Astiz tenía entonces 23 años y una apariencia de pibe de clase media que lo ayudaría a infiltrarse, y por la quedaría en el recuerdo como “el ángel rubio”. Para hacer más verosimil su rol, los marinos mandaron a veces con él a una de las prisioneras de la Esma.
Los secuestros
Los secuestros ocurrieron el 8 de diciembre, cuando varias de las madres y familiares, después de mantener un encuentro en un salón de la iglesia, salieron del lugar por una puerta del costado del edificio. Allí Astiz los fue marcando, dándoles un beso para identificarlos ante el grupo de tareas que esperaba en las sombras. Cuando Astiz se alejó, la patota cruzó las rejas y se llevó a la fuerza a los señalados. Algunas madres alcanzaron a ver la escena y lograron ocultarse en el interior de la iglesia, donde se celebraba una misa. Varios niños también presenciaron los secuestros, y años más tarde, ya adultos, darían su testimonio en los juicios que se realizaron a los represores.
Pero algunas de las personas que los marinos querían chupar ese día no habían concurrido a la reunión, por lo que los secuestros continuaron por dos días más.
La solicitada salió publicada el 10 de diciembre de 1977, y en ella apareció el nombre de Gustavo Niño junto a otros 800 firmantes. En aquel momento, los doce secuestrados todavía estaban con vida, habían sido llevados a la ESMA. Por lo que se pudo reconstruir, los mantuvieron alrededor de una semana en ese centro clandestino, para subirlos luego a un vuelo de la muerte.
Los arrojaron, sedados y vivos, al Río de la Plata. Sus cuerpos aparecieron flotando en distintas playas del sur de la provincia de Buenos Aires, entre los balnearios de Santa Teresita y Mar del Tuyú, el 20 de diciembre de 1977.
Las ceremonias de cada 8 de diciembre en la iglesia de la Santa Cruz son un ejercicio de la construcciòn de la memoria. Los homenajes a los doce se hacen con canciones, con la entrega de distinciones -este año a las Madres Línea Fundadora- y con el grito de Presente! al nombrar a cada uno de los seres queridos desaparecidos. Así se volvió a hacer este año, levantando una rosa roja con cada grito, y con una certeza: “un pueblo con memoria continúa el vuelo de las almas de los desaparecidos, para que sigan presentes, ahora y siempre”.
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