LIGA PROFESIONAL
Nunca hay que dar por muerto a este Racing. Porque cuando el fútbol no aparece, lo que aflora es el espíritu. La sangre caliente. El instinto asesino de un conjunto en el que no sólo los delanteros son armas de ataque, sino que todos llegan a posición de gol y pueden ser letales. Así lo reflejó Facundo Mura, quien jugó de carrilero y se vistió de goleador para que su equipo haya logrado un triunfo vital en el Nuevo Gasómetro ante San Lorenzo. Una victoria que, en vísperas de la final de la Sudamericana que la Academia disputará el próximo sábado ante Cruzeiro, lo arrimó a apenas tres puntos del líder de la Liga, Vélez, que el miércoles recibirá a Lanús. Sí, el equipo de Avellaneda va por todo. Y viajará a Asunción expectante, ya que le quedan apenas cuatro encuentros para la finalización del campeonato local y también tiene serias chances de dar el gran golpe en ese frente.
El duelo no arrancó fácil. Racing, un conjunto preparado para tener la pelota, registró un 71% de posesión en la primera etapa e intentó jugar en campo rival, con todas las líneas adelantadas. De entrada se presentó un duelo de contrastes, de estrategias muy diferentes, de dos conjuntos con rasgos identitarios diversos. Al equipo de Miguel Russo nunca le importó demasiado la tenencia.
El local apostó a esperar, a estar al acecho, a dejar que la visita invada el campo propio para luego disponer de espacios. Esa fue la propuesta del Ciclón, que tuvo transiciones muy rápidas de defensa a ataque, que salió de contragolpe y, con dos o tres toques como máximo, le alcanzó para aproximarse al arco contrario.
San Lorenzo, en definitiva, trató de simplificar, de ser pragmático, prescindió de los ornamentos a la hora de construir y elaborar. Y ese plan le dio resultados en un primer tiempo en el que la diferencia radicó en la precisión a la hora de dar el último toque. A Carbonero y Salas les faltó pulso para definir las situaciones claras que se le presentaron al conjunto de Avellaneda, mientras que Cuello capitalizó un contragolpe que nació de una presión de Bustos sobre Sosa y abrió el partido con un gesto técnico extraordinario al picar la pelota con mucha clase ante la salida de Arias.
Pero Racing es un equipo con abundancia de recursos en materia ofensiva. Por eso se anima a asumir riesgos. Costas ya remarcó en más de una oportunidad que no le teme a la manta corta: si bien suele exhibir algunas grietas de mitad de cancha hacia atrás, cuenta con la capacidad de maquillarlas mediante un ataque que, por potencial, es temible. Cuando aparecieron las asociaciones, cuando se soltaron Martirena y Mura, cuando Santiago Sosa marcó presencia en la mitad de la cancha y distribuyó con su habitual precisión, cuando carreteó Solari, cuando Carbonero dejó de ser tan errático e irregular, la Academia levantó vuelo. Y metió miedo en cada incursión al campo contrario.
Racing creció en el complemento. Esta vez no contó con los pases de magia de Quintero, quien está en la selección de Colombia. Pero encontró frescura con los ingresos de Adrián Martínez, Colombo, Rojas y Nardoni. Y fue incisivo cuando aceleró Mura, quien se vistió de héroe con sus dos goles para dar vuelta el resultado.
San Lorenzo sintió el desgaste por correr mucho detrás de la pelota y se apagó. Con el cansancio comenzó a cometer errores y a dejar espacios que Racing supo aprovechar. La Academia sigue vivo en el torneo. Eso es un gran motivo para levantar una Copa.
OLÉ