Viernes 05 de diciembre de 2025

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Honduras, Venezuela y el reloj que echó a andar para Trump

El magnate reivindica el triunfo de su candidato Tito Asfura en Honduras. Y amenaza con «consecuencias serias» si no se lo consagra. La crisis en el Caribe y un espejo invertido: en EEUU, rechazo a una invasión; en América latina, aprobación.

Se necesita un análisis pormenorizado del voto para afirmar que una eventual victoria del ultraderechista Nasri “Tito” Asfura en las elecciones en Honduras, debería atribuirse al decidido apoyo que recibió de Donald Trump. Tampoco ha sido probado esto en la inesperada, por lo contundente, victoria de Javier Milei en octubre en la Argentina.

Por el momento, se hace difícil establecer un patrón de conducta entre aquellos electorados latinoamericanos seducidos desde la Casa Blanca: en medio de ambas elecciones, fracasó el referéndum de Daniel Noboa, otro de sus aliados, en Ecuador. Fue un fuerte rechazo a proyectos que iban desde una reforma constitucional hasta el restablecimiento de una base militar estadounidense (y la posibilidad de operar en Galápagos).

Es verdad que Trump no hizo un endorsement explícito a las iniciativas de Noboa en Ecuador, como sí ocurrió con la candidatura de Asfura en Honduras y el gobierno de Milei en Argentina. Pero ya había dejado en claro que ni argentinos ni hondureños recibirían ayuda alguna de Washington, si votaban en contra de sus deseos. Anoche, ante el virtual empate técnico en Tegucigalpa que anticipa un conflicto, Trump lanzó una amenaza en su plataforma Truth Social: “Parece que (el oficialismo en) Honduras está tratando de cambiar los resultados. ¡Si lo hacen habrá consecuencias graves!”.

Un estudio de la consultora Opina Argentina, del analista Facundo Nejamkis, previo a los comicios, mostraba que un 60% del electorado argentino tenía una imagen negativa de Trump (“muy negativa” para un 51%), mientras que un 36% tenía una imagen positiva (“muy positiva”, para un 14%). Pudo haber cambiado esa percepción tras el salvataje financiero del Tesoro norteamericano: según la misma consultora, para un 53% el rescate financiero de Trump a Mieli era beneficioso para la Argentina, mientras que para un 40% era perjudicial. Con posterioridad a la elección, un 50% se manifestó a favor del acuerdo comercial que anunció EE.UU. con la Argentina, y un 45% lo hizo en contra.

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De lo que no hay duda es de que Trump inauguró una modalidad desde los comicios en la Argentina: no se privará de intervenir públicamente en los procesos electorales en la región si lo considerara necesario. Y, en consecuencia, repartirá premios y castigos.

El domingo 21, Chile irá a una segunda vuelta entre la candidata comunista del oficialismo Jeanette Jara y el ultraconservador José Antonio Kast, ampliamente favorito. El año próximo elegirán presidente Perú, en abril, y Colombia, en mayo. En ambos países, la ultraderecha de época que podría interesarle a Trump presentará candidatos. Además, Brasil, elegirá presidente en octubre. Lula da Silva, que acaba de cumplir 80 años, anticipó que buscará la reelección (irá por su cuarto mandato, tras el actual y los dos de comienzos de siglo, entre 2003 y 2010), con Jair Bolsonaro preso e inhabilitado de por vida por su intento de autogolpe de 2023; su mujer Michelle y su hijo Eduardo aparecen como posibles candidatos de la derecha dura brasileña, además del gobernador de San Pablo, Tarcisio de Freitas, favorito de Wall Street.

Si bien Brasil es el objetivo mayor en la estrategia trumpista de consagrar una hegemonía de derecha en la región, Trump ha actuado con pragmatismo frente a la principal economía latinoamericana y octava mundial. Tras reunirse con Lula en el marco de la cumbre de Asean en Malasia, redujo los aranceles a importaciones de productos brasileños que había incrementado en julio pasado hasta el 50%, a manera de sanción por la condena a Bolsonaro. De haber mantenido los aranceles a las importaciones de carne y café, habrían tenido un fuerte impacto en el precio para el consumidor norteamericano.

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Marines en Venezuela
Trump reunió ayer al Consejo de Seguridad Nacional para tratar la situación en Venezuela. Fue después de que confirmara que mantuvo una conferencia telefónica con Nicolás Maduro, como había anticipado el fin de semana la prensa estadounidense.

Después de dos meses de operaciones de la armada norteamericana contra el narcotráfico en el Caribe sur, que se cobraron más ochenta ejecuciones extrajudiciales en alta mar, y tras el virtual cierre del espacio aéreo venezolano, Trump va por la salida de Maduro. Todas las opciones sobre Venezuela están sobre la mesa, como dijo la vocera de la Casa Blanca Karoline Leavitt. Van desde el alejamiento voluntario de Nicolás Maduro hasta el despliegue de tropas en suelo venezolano.

Trump “está preparado para lanzar ataques aéreos» como un eventual último paso para «convencer a Maduro» de que acepte un acuerdo que contemple su salida de Venezuela, advirtió a la CNN el excomandante supremo de la OTAN y almirante retirado de la armada de EE.UU, James Stavridis. Las fuerzas militares desplegadas en el Caribe “son demasiado grandes como para que se dediquen simplemente a la lucha contra el narcotráfico. Se trata de un cambio de régimen”, dijo.

El reloj también corre para Trump, que acaba de sufrir duras derrotas electorales y cuya popularidad se desmorona. La vocera de la Casa Blanca debió enfrentar ayer las críticas sobre el ataque, el 2 de septiembre, contra dos sobrevivientes de una embarcación que se presume transportaba droga a EE.UU., por orden del jefe del Pentágono Pete Hegseth y denunciada la semana pasada por la prensa. La voz empieza a alzarse entre los demócratas.

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Con la excepción de Lula, la presencia norteamericana en el Caribe no ha despertado sin embargo cuestionamientos severos entre gobiernos de centroizquierda o progresistas de América latina. México actúa con sordina por razones geográficas y económicas. Fracasó un intento de condena a los ataques en la reciente cumbre de la Celac (de la que Milei no participó). Se comprende que Maduro ha incumplido todos los compromisos, llevó a Venezuela a una dictadura plena tras amañar los comicios presidenciales del año pasado y profundizó su aislamiento.

Pero habría otras razones igual de poderosas para tolerar una operación militar de Estados Unidos en la región: según una encuesta de Atlas-Intel y Bloomberg entre cerca de 7 mil latinoamericanos, incluidos venezolanos, publicada el me pasado, un 58,3 % considera que Venezuela está en proceso de convertirse en un narco-estado y un 53% apoyaría una intervención militar estadounidense para deponer a Maduro. Resultados que contrastan con la medición de YouGov encargada por la CBS y conocida una semana atrás: un 70% de los estadounidenses rechazan una acción militar en Venezuela.

Perfil.com

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