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miércoles, 29 mayo , 2024

La expedición a Península Mitre, la última frontera salvaje de la Argentina

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Un grupo de investigadores argentinos llevaron a cabo “La Delgada Línea Azul”, una misión que avistó aguas nunca exploradas de Tierra del Fuego. La experiencia del biólogo Christian Lagger y el proyecto de ley que pide que la zona sea “área protegida” de la provincia

“Viajar a la Península Mitre es como entrar en una cápsula del tiempo”, dice Christian Lagger al recordar su experiencia navegando las aguas del Canal de Beagle. El biólogo marino, buzo profesional científico y explorador de National Geographic fue parte de “La Delgada Línea Azul”, la primera expedición científica desarrollada por un equipo de investigadores y buzos argentinos. A lo largo de las principales bahías de Península Mitre, en el extremo final de Tierra del Fuego, los exploradores fueron buceando en distintos sitios nunca antes explorados.

A los 17 años, Lagger dudaba entre convertirse en buzo profesional o biólogo, pero pronto supo cómo conjugar sus pasiones. Además, sumó la fotografía y retrató a los primeros animales que habitan en el fondo de los mares fríos y son testigos del derretimiento de los glaciares como consecuencia del cambio climático.

Por allí había pasado Charles Darwin cuando se fascinó con la exuberancia de los bosques acuáticos de algas gigantes durante su célebre viaje por el Beagle. Cien años después, científicos chilenos y estadounidenses llegaron a las costas de la Península para estudiar sus “macroalgas” -así las llaman-, por primera vez. En 2020, una expedición del equipo de Pristine Seas estudió las mismas zonas e hizo un descubrimiento esperanzador: la Península Mitre era uno de los últimos lugares del planeta libres del impacto del hombre.

Durante esta expedición se relevaron bahías y sitios nunca antes buceados. También se trató de la primera expedición desarrollada por un equipo argentino de investigadores y buzos científicos

La expedición

El equipo argentino planeaba iniciar su viaje desde Ushuaia el 2 de febrero de este año, pero el clima no lo permitió. Un día antes, las imágenes satelitales mostraron que se avecinaban seis días con vientos que superarían los 40 nudos. El buceo científico requiere aguas calmas y tiempo para contar algas y distinguir especies, por lo que debieron esperar. Si embargo, eso no fue para mal.
Atrasar la salida sirvió para que el equipo de biólogos buceadores ensayara cómo serían los muestreos subacuáticos en los bosques de la Península Mitre.

La tarea de contar macroalgas no es sencilla, por eso antes de hundirse en la profundidad de las aguas decidieron hacer una prueba piloto para entrenar a los dos equipos comandados por buzos expertos en algas y otro en animales marinos. Una vez allí, hicieron una transecta abajo del agua, un método en el que, siguiendo el recorrido de una línea en el terreno, se cuenta todo lo que se observa a su alrededor.

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Al salir del agua, el conteo demostró que el trabajo de ambos equipos fue parejo y los esperanzó a encarar la expedición que partió con dos veleros, dos equipos y dos objetivos. Fueron siete días y noches en un velero de 12 metros que a consideración del biólogo “fue un verdadero gran hermano”.

En la embarcación Pic La Lune iba el equipo encargado de estudiar al huillín, una especie de nutria nativa de la Patagonia en peligro crítico de extinción en Tierra del Fuego, donde se estima que quedan menos de 250. Entender si seguía habitando la Península era uno de los objetivos; el otro era poder comprender su estado de conservación. Durante la primera salida, no lograron encontrar signos actuales que confirmaran la presencia del huillín, pero en la segunda dieron con registros del animal en todas las bahías del sur de Península Mitre, incluso en áreas no descritas previamente por la ciencia. Allí colocaron cámaras “trampa” que permitirán espiarlos para obtener más información y, con el tiempo, llegar a conclusiones más certeras sobre el estado de la especie.

“Los bosques de macroalgas son lugares únicos en el mundo. Pocos buzos han tenido el privilegio de nadar entre algas de 15 metros, que dejan la luz del sol pasar haciendo efectos de colores, como los vitraux de una catedral”, explica Daniela Campanella, licenciada y doctora en Biología, graduada en la Universidad Nacional de La Plata y la George Washington University.

“Estos bosques -sigue- son refugio de fauna marina, protegen las costas de la erosión de las olas y son parte de una red global de macroalgas que dan batalla contra el cambio climático: verdaderas máquinas marinas que remueven carbono de la atmósfera”.

La primera inmersión de la expedición fue en Bahía Aguirre. Fue la primera vez que Christian Lagger se enredó entre las enormes algas. El último día de buceo en Bahía Sloggett fue sorprendido por un grupo de lobos marinos.

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Los resultados de esta expedición documentaron la importancia de preservar esta región que, junto a estas dos áreas protegidas, forma un corredor marino para cientos de especies, más allá de las fronteras geopolíticas.

“La protección de la Península Mitre aseguraría algo más que los bosques prístinos de macroalgas. Hoy esas zonas constituyen un espacio a la deriva entre el Parque Marino Diego Ramírez-Paso Drake de Chile y el Área Marina Protegida Yaganes en Argentina”, considera Campanella.

A pesar de albergar el 50% de los bosques de algas de la Argentina, la Península no es un área protegida. La comunidad de Tierra del Fuego reclama su conservación desde hace más de 20 años y las amenazas son inminentes: polución, sobrepesca, potencial cosecha comercial del alga y olas de calor ocasionadas por la crisis climática.

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Bosques de macroalgas y kilómetros eternos de turba húmeda, hojas de rojo encendido de los guindos y los erizos negro oscuro, troncos de lenga petrificados y hojas color ocre sumergidas en el Canal de Beagle sobreviven a pesar de la falta de protección legal.

“Son paisajes de tierra y agua de la Península Mitre, divididos por una delgada línea azul, la fina capa que divide el agua y el aire pero que deja pasar todo y que conecta a todo”, cuenta Campanella y detalla que La Delgada Línea Azul fue el nombre de esta expedición por bahías casi imposibles de navegar, donde nunca un buzo había llegado y que escondía un objetivo mayor: revelar cuánto de allí se había perdido y qué quedaba en pie de un ecosistema tan único como frágil.

En una primera instancia se pudo concluir que el Área Natural Protegida Península Mitre reúne aproximadamente el 76% del área total de bosques de “Macrocystis pyrifera” presentes en la provincia de Tierra del Fuego y cerca del 50% del área estimada para Argentina (más de 10.000 ha).

Macrocystis pyriferifera es la principal especie formadora de bosques en Península Mitre, con una elevada densidad. Además, contienen especies de algas endémicas de la provincia fitogeográfica oceánica fueguina como el cochayuyo Durvillaea antarctica. En tanto que los bosques de kelp almacenan 173 toneladas de carbono por año (el doble que lo almacenado en todo el Amazonas) y se estima que 1 km2 de kelp almacena 3 mil toneladas de carbono anualmente.

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Los bosques de kelp de Península Mitre e Isla de los Estados se encuentran entre los ecosistemas de bosques marinos más prístinos.

La constante en la zona son las olas de calor y el calentamiento del océano. Esto tiene un impacto importante en el Kelp. Sucede que el Kelp de Mitre es especial porque no se encuentra alterado o bajo estrés, y la temperatura del agua aun no se vio afectada. A diferencia de los bosques o selvas en tierra, que sufren los cambios del clima en un período largo, los pequeños cambios de temperatura pueden tener un impacto en un corto período en éste.

El proyecto de ley para que la Península Mitre sea un área protegida

Si bien la propuesta legislativa tiene más de 30 años en la provincia desde la Fundación Sin Azul No Hay Verde, de Tierra del Fuego, trabajan para que el Asunto número 113/2020 pueda ser aprobado dentro de la Legislatura.

“El proyecto apunta a conservar el territorio de la Península Mitre que tiene 300 mil hectáreas de tierras y 200 mil de mar. Los valores ecológicos que tienen son fundamentales para la mitigación de la crisis climática que estamos atravesando y, por otro lado, porque con la protección y creación de área protegida también se puede empezar a trabajar en el desarrollo de toda esa área”, le explicó a Infobae Ángeles de la Peña, coordinadora de la fundación.

De la Peña sostuvo que “la idea es que el área esté habilitada para que la gente la visite, para que pueda desarrollarse el turismo de manera controlada y en armonía con la naturaleza, además de trabajar con la zonificación y organización de las actividades que se puedan desarrollar dentro de esa zona”.

Es un proyecto tiene espíritu de conservación y también apunta a que el turismo se “una herramienta de desarrollo en la isla y de regulación” porque si bien ya se desarrolla, la propuesta pide que sea controlado para no seguir impactando el resto de la Península “que tiene partes importantísimas desde el punto de vista ecosistémico porque allí están los mayores turbales de Tierra del Fuego”.

De la Peña enfatizó en la importancia de que las visitas sean “controladas, no masivas y que no vaya en contra de la conservación del área. Habrá gente formada evitando que se infrinjan las normas”, finalizó.

Fuente: Infobae

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