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miércoles, 24 abril , 2024

El apuñalamiento de Mónica Seles: El día que arruinó la carrera de quien iba a ser la mejor tenista de todos los tiempos

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Su irrupción fue de tal magnitud, que pocos dudaban en 1993 que la joven Mónica Seles estaba llamada a convertirse en la mejor tenista de la historia.

Pero la tarde del 30 de abril de ese año le arruinó la carrera y nunca se pudo saber si esa predicción habría sido una realidad.

(Redacción – BBC Mundo).- Fue el momento en el que un hombre, descrito como bajo y fornido, medio calvo, se inclinó sobre la barrera de seguridad y de manera rápida apuñaló por la espalda a la entonces número uno del mundo durante un partido en Hamburgo.

El grito de Seles interrumpió el rumor de las 6.000 personas que habían asistido a su encuentro de cuartos de final frente a la búlgara Magdalena Maleeva, que iba ganando en el segundo set 6-4, 4-3.

Seles tenía sólo 19 años. No sufrió heridas graves, pero su vida ya nunca volvió a ser igual.

«Tuvo mucha suerte», comunicó en su primer parte médico el doctor del torneo, Peter Wind.

Su irrupción fue de tal magnitud, que pocos dudaban en1993 que la jovensísima Mónica Seles estaba llamada a convertirse en la mejor tenista de la historia.

Pero la tarde del 30 de abril de ese año le arruinó la carrera y nunca se pudo saber si esa predicción habría sido una realidad.

Fue el momento en el que un hombre, descrito como bajo y fornido, medio calvo, se inclinó sobre la barrera de seguridad y de manera rápida apuñaló por la espalda a la entonces número uno del mundo durante un partido en Hamburgo.

El grito de Seles interrumpió el rumor de las 6.000 personas que habían asistido a su encuentro de cuartos de final frente a la búlgara Magdalena Maleeva, que iba ganando en el segundo set 6-4 , 4-3.

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Seles tenía sólo 19 años. No sufrió heridas graves, pero su vida ya nunca volvió a ser igual. «Tuvo mucha suerte», comunicó en su primer parte médico el doctor del torneo, Peter Wind.

«Ni el pulmón ni su omóplato fueron afectados. Mónica todavía sufre del shock y pasará la noche en observación».

Luego sumó el Abierto de Australia para acabar en marzo de 1991 con el reinado de 186 semanas de Graf como número uno del mundo.

La alemana opuso resistencia durante unos meses, pero el cambio de guardia se consolidó a finales de ese año cuando Seles comenzó un período de casi dos años en la cima del tenis.

Hasta el día en el que fue apuñalada, Seles había ganado siete de los últimos ocho Grand Slams. Sólo perdió la final de Wimbledon de 1992 contra Graf.

En total, había conquistado ocho, el mayor número logrado por cualquier tenista antes de cumplir los 20 años, superando incluso los 6 que había sumado Graf.

Tras ser apuñalada, tuvieron que pasar dos años antes que Seles, quien se nacionalizó estadounidense en 1994, pudiera regresar a jugar en el circuito profesional.

Ganó el abierto de Australia en 1996 y volvió a ser número uno ese año, pero resultaba evidente que ya no era la misma.

«Los primeros seis meses fueron un problema físico porque no podía moverme de la manera que yo quería», reconoció Seles.

«Después de eso, está claro que estuvo la parte psicológica, el trauma de que alguien te pudiera hacer algo así».

Quien fuera el director del abierto de Hamburgo en 1993, Jens-Peter Hetch, reconoció a la BBC que todavía revive lo ocurrió esa tarde.

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«Es una sombra muy oscura para todos cuando algo así ocurre, un momento triste que nunca podremos olvidar», lamentó.

La obsesión y libertad de Gunter Parche, una tragedia para Mónica Seles

El autor del ataque fue Gunter Parche, alemán de 39 años y desempleado, quien fue detenido inmediatamente por uno de los guardias de seguridad del torneo.

«Agarraba el cuchillo con sus dos manos cuando la apuñaló», describió un testigo, mientras el juez principal del partido, Stefan Voss, saltó de su silla para buscar una toalla y hielo.

Una carta es necesaria para quien la escribe con el alma confundida. Es su manera de abrir y acercar el sentimiento al destinatario para intentar aclararse a sí mismo.
También es una demostración de decoro para expresar vergüenza por tener que asumir valentía a partir de las letras. Pero en ocasiones se corre el riesgo de que sea una afrenta, tal como le sucedió a Erich Parche, padre de Gunter Parche, el hombre que apuñaló a Mónica Seles el 30 de abril de 1993 en Hamburgo.

Avergonzado de su hijo, Erich envió una misiva a la tenista serbia para disculparse a nombre de la familia por la agresión y deseándole una pronta recuperación. En su confusión de emociones le sugirió reunirse con Gunter para que confrontara el trauma y pudiera sanar el shock de lo ocurrido.

El contenido de esa carta se dio a conocer porque Erich se lo contó a periodistas, mismos a los que pidió hacérsela llegar a Mónica tras el atentado. Pero no se supo si Seles le respondió. ¿Y qué le iba a responder una mujer que recibió heridas con arma punzocortante en la parte alta de la espalda en pleno partido a manos de Gunter?

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Lo único que tenía Seles por expresar era miedo, coraje. Y lo hizo en voz alta en octubre de ese año cuando se dio a conocer que su agresor había sido condenado a dos de prisión mediante la figura de libertad condicional; el abogado defensor alegó que en ningún instante quiso asesinar a la tenista, sino darle un escarmiento impulsado por un fanatismo (desorden mental) no tratado hacia Steffi Graf.

Gunter acuchilló a Seles porque estaba obsesionado con Graf, tenista alemana a la que quería ver siempre ganadora, por lo que no soportaba que tuviera competencia alguna, mucho menos que otra deportista ocupara el puesto número uno del ranking.

Vio en la serbia a una enemiga que ponía en peligro a su amada Stefi y por eso decidió “asustarla”, puesto que, según argumentó su abogado en la defensa, de haberla querido matar le hubiera clavado el cuchillo en el cuello o en la cabeza.

“Volverá a su vida cotidiana, mientras que yo no puedo todavía, porque estoy recuperándome de la agresión, que me podía haber matado”, declaró Seles a la prensa luego de saber el fallo de la sentencia.

Mónica nunca volvió a ser la misma. Hasta la fecha lucha por cerrar esa herida traumática que cambió el curso de su vida.
Erich Parche, en tanto, se quedó con la vergüenza por las acciones de su hijo Gunter. Y con el paso del tiempo acumuló un avergonzamiento más: una carta de palabras equivocadas.

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