Independiente le ganó 1 a 0 a Defensa y Justicia y enfrentará a Lanús en la siguiente fase de la Copa Argentina. El Rojo no pateó al arco, jugó mal y, pese a la clasificación, hubo reproches de parte de los hinchas al final del partido. El gol fue de Figal, quien la metió tras una pelota que peinó Silva.
Con silbidos. Así despidió la gente de Independiente a su equipo a pesar del triunfo. No fueron chiflidos estruendosos como los que se escucharon hace menos de dos semanas ante Lanús (2-2), pero el mensaje de la tribuna fue contundente: en el Rojo es un pecado capital faltarle el respeto al paladar. Este equipo no enamora. No conquista corazones. Y produce la sensación de que así no va a ningún lado.
El gol de Figal, que la empujó después de que la peinó Silva, en la agonía de la primera etapa, alivió tensiones cuando la tribuna parecía estar al borde de una irrefrenable erupción de bronca. Y llegó en el momento justo para extinguir llamas de calentura que comenzaban a propagarse entre los hinchas. Es que fue espantoso el primer tiempo de Independiente. El equipo de Beccacece se vio maniatado ante la presión alta que ejerció Defensa sobre la salida. El Halcón, que ostentó un 65% de posesión, procuró achicar espacios hacia adelante para no dejar pensar al rival y cortar todos sus circuitos desde las raíces. Así le robó la pelota al Rojo, aunque no logró lastimar porque no tuvo presencia arriba y careció de profundidad. En definitiva, tanto Nicolás Fernández como Lucero son segundas puntas y no tienen tanto peso en el área, por lo que el Halcón no logró traducir en situaciones sus altos márgenes de tenencia. El conjunto de Avellaneda dio muchas señales negativas. Y jugando de esta forma va a sufrir cuando tenga enfrente a contendientes más punzantes, con más poder para golpear. El resultado no debe condicionar el análisis ni las conclusiones finales que arrojó el desarrollo del encuentro.
Bastó con observar a Beccacece para percatarse de cómo fue el rendimiento colectivo de sus dirigidos: el DT padeció el partido. Se advirtió que lo sufrió al borde del campo de juego, donde transitó el corralito con un ida y vuelta frenético y rompió su garganta con desgarradores gritos de desesperación e impotencia. Gritos que, por cierto, delataron que casi nada de lo trabajado en la semana se vio reflejado en el césped. El equipo invita a conectar el desfibrilador porque no da garantías. No tiene la intensidad para presionar que pretende el entrenador. No afloran pequeñas sociedades. No construye desde la tenencia y sólo llega a través de la pelota parada. No se ve la dinámica para el desmarque que reclama el técnico. No emergen opciones ni rutas de pase porque no hay movilidad. Todo es forzado y nada parece fluir de forma natural. Aún no se vislumbra una identidad de juego. No queda claro a qué pretende jugar ya que los cambios de intérpretes, esquema y la subordinación estratégica en función del rival de turno y del contexto alimentan una confusión ostensible. En síntesis, el Rojo por ahora no invita a soñar como lo hacía el Defensa y Justicia que Becca supo construir. Y además hay niveles individuales bajos. Muy bajos.
Habrá que ver si el técnico logra edificar una estructura más sólida a partir de la tranquilidad que conceden los resultados positivos. Por ahora, el equipo no brinda muchos más argumentos para aferrarse al optimismo. Es más: sólo concede argumentos para aferrarse al travesaño y encomendarse a una plegaria.
Datos a tener en cuenta
* Independiente enfrentará a Lanús en cuartos de final, la fecha no está definida.
* Alan Franco salió lesionado en el primer tiempo, al caer mal tras una pelota aérea. Aguantó pero a los 22 minutos pidió el cambio e ingresó Alan Velasco, de 17 años, por lo que Sánchez Miño pasó a la línea defensiva.
* En el segundo tiempo debutó Alan Soñora, de 21 años, en el Rojo.
* Nico Fernández, de Defensa, su expulsado por doble amarilla a los 31 minutos del segundo tiempo.
Fuente: Olé
