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sábado, 20 abril , 2024

Narcotráfico, traición y una vida de película

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Las frases más fuertes del hijo de Pablo Escobar.

Arquitecto, diseñador industrial y autor de dos libros, Juan Pablo Escobar habló sin tapujos en el programa “El Diario de Mariana” sobre la intimidad de su familia, el exilio en la Argentina y su relación con las drogas. También se refirió a las versiones que vinculan a su padre con la muerte de Carlos Menem Jr: “Zulema Yoma es una señora chiflada”

Juan Pablo Escobar Henao, hijo del narcotraficante más famoso del mundo, Pablo Escobar Gaviria, fue invitado a El Diario de Mariana en el programa que marcó el regreso de su conductora, Mariana Fabbiani. En una extensa entrevista, el colombiano no se calló nada y habló sobre la intimidad de su familia, los negocios de su padre, el exilio en la Argentina, su vínculo con las drogas y su visión sobre el narcotráfico.

Nacido hace 39 años en Medellín, es arquitecto, diseñador industrial y autor de dos libros sobre la vida de su padre. En 1993, cuando el narcotraficante decidió esconderse de la Justicia, Juan Pablo se exilió con su madre, Victoria Eugenia Henao Vallejo y se instalaron por un tiempo en la Argentina con una doble identidad. Estuvo preso dos meses y actualmente vive junto a su mujer y su hijo en el país.
A continuación, las frases más destacadas de la entrevista.

Siempre he estado acostumbrado a sufrir prejuicios. Desde pequeño algunos padres le prohibían a sus hijos jugar conmigo y a la tarde los veías a esos padres hacer negocios con el mío.

Viví una vida de fantasía hasta los siete años: en la Hacienda Nápoles, que tenía un zoológico, aeropuerto, helipuerto, más de 100 vehículos recreativos, tres mil hectáreas, lagos artificiales. La compró mi padre en la década del ’70.

No sabía en qué gastar el dinero. Construyó un parque jurásico con dinosaurios de cemento hechos a escala real.

Mi padre me dijo: «Mi profesión es ser bandido, a eso me dedico». Desde entonces nunca tuvo pelos en la lengua para hablarme de todo lo que hacía o lo que no hacía.

No tenía problemas en decirme «a este sí lo mate, le puse esta bomba» y explicarme las razones por las que lo hacía. Yo le pedía explicaciones porque todas las acciones violentas repercutían sobre su familia de una manera inmediata y negativa.

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Siempre he sido muy crítico con mi padre, le decía que no pusiera más bombas, que cesara con sus asesinatos, con sus secuestros, con todo esto. Y me respondía: «Yo no inventé el narcoterrorismo. El primer acto de narcoterrorismo se cometió contar mi familia, contra ti, contra tu hermana y tu mamá. Yo estoy respondiendo a lo que me hicieron». Y yo le decía: «Papá, si me ponen una bomba no me da la autoridad para salir a ponerle una bomba a los demás».

Fue un hombre que no pudo pararlo ni la CIA, ni la DEA, ni el FBI, ni ningún otro organismo, ni mercenarios, ni otros carteles, menos iba a poder frenarlo su hijo de 14 años.

El mayor respeto que puedo demostrarles a las víctimas de él es ubicarme en la historia como una víctima. Si acaso yo soy una víctima, sería el último de la lista de víctimas que dejó Pablo Escobar.

Cuando murió, les entregamos todos los bienes a los enemigos de mi padre.

No puedo odiar a una persona que me dio exclusivamente amor.

Tuve que cambiar mi identidad para salvar mi vida.

Estuve dispuesto a dar la vida por mi padre por todos los que dicen sus sicarios y sus hombres de confianza lo dejaron abandonados.

Mi padre siempre me decía que tenía 15 tiros en su pistola: «14 son para mis enemigos y el último para mí».

La Policía no llegaba con interrogaciones y palmaditas como en las series, sino que tiraban a la gente desde los helicópteros. Caer en manos de la Policía era caer en manos de los más grandes torturadores de aquel momento.

Mi padre me decía que los tiros (para suicidarse) no pueden ser en la boca ni en la sien; el único lugar seguro era en el oído, lo había consultado con medico y fue ahí donde apareció (el tiro) cuando terminó con su vida.

Mi padre nunca utilizo el teléfono en diez años. Siempre me dijo que no debería usarlo porque el teléfono era sinónimo de muerte. Ese día (cuando murió) lo usó mucho más tiempo de lo que me había enseñado y en reiteradas oportunidades. Era claro que quería que lo encontraran. Lo usó para despedirse y decirle adiós a su familia.

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El gran error de mi padre fue involucrarse en política.

Teníamos cuatro millones de dólares en efectivo y no podíamos salir a comprar pan.

Mi papá quiso secuestrar a Michael Jackson y también tuvo planes de secuestrar a Chábeli Iglesias en Miami

Ningún narcotraficante del planeta puede ostentar semejante poder económico y militar si es que no hay agencias internacionales como la CIA o la DEA aliadas en algún momento.

Mi cabeza valía cuatro millones de dólares.

A la prensa se le decía que había un esquema de protección, pero estábamos secuestrados por el Estado Colombiano y la consigna era sencilla: aparece muerto Pablo Escobar o toda la familia.

A dos amigos míos los secuestraron y les dijeron que la única posibilidad de recuperar su libertad era envenenándome. A un tío de ellos lo quemaron vivo.

Uno cuando es padre se preocupa (por su vida) pero mi compromiso es con la verdad, todos tenemos que responder por ella.

El que me quiera hacer algo a mí no tiene que esforzarse mucho.

Cuando llegamos a la Argentina (en el exilio, tras la muerte de su padre), nadie sabía quiénes éramos.

Tenía miedo hasta de ir a comprar una hamburguesa.

No percibo dinero ni nada por las series de mi padre.

Mi madre estuvo dos años presa en la Argentina. Yo dos meses.

Hasta el día de hoy mi familia paterna me quiere matar.

El «buena gente» de mi familia paterna era mi padre.

Roberto, su hermano, fue quien lo entregó.

(Zulema Yoma) Es una señora que está chiflada porque parece ser que mi padre se levantó de la tumba para venir a matar a Carlos Menem Jr. Él (Pablo Escobar) llevaba más de un año muerto, no tenía nada que ver.

No me opongo a que cuenten historias relacionadas con mi padre, pero sí me opongo a esa versión glorificada y «glamorisada» del narcotraficante que no tiene nada que ver con la versión e la vida que se debe transmitir.

No conozco ningún narcotraficante jubilado; están presos o muertos.

Mi padre empezó robando frutas, bicicletas y lápidas.

Un día mi padre me dijo: «El día que tengas curiosidad (sobre las drogas) prefiero que lo probemos juntos y no con tus amigos, así te das cuenta de que no es tan endemoniado como lo plantean». En ese momento termina legalizando para mí las drogas, le quitó todo el tabú y el misterio.

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A los 28 años probé la marihuana, él me negó la curiosidad. Mi padre consumía marihuana exclusivamente.

Mientras haya consumidores habrá narcotraficantes.

A pesar de todas estas historia y de la violencia, yo elegiría mil veces al mismo padre porque me dio amor y todo lo mejor que tenía.

Nunca vi a mi padre arrepentido de ninguna de sus acciones.

El patrón del mal es la peor de todas las series porque muestra a una policía súper cariñosa en los interrogatorios. Me hubiese encantado (que fuese así), la violencia hubiese sido el diez por ciento si la autoridad no se hacía cómplice de otros carteles para derrotar al de mi padre. Es una propaganda sobre una historia que no fue cierta. Mi padre fue quien fue gracias a los corruptos en Colombia.

Lo vi llorar tres meses antes de que nos separáramos. Fue la última vez que lo vi con vida, cuando nos sometimos a la protección: él tenía la intuición de que no iba a haber un reencuentro, la situación estaba muy extrema.

El detonante de todo fue su ambición desmedida en un contexto social en el que la educación en Colombia, y sigue siendo lo mismo, no es un derecho como dice la Constitución; sino un privilegio.

No quiero que mi hijo herede el mismo legado de violencia y de sangre con el que me tocó vivir a mí.

No hay una sola ciudad en el planeta que se pueda declarar libre de drogas.

Mi padre era un nene de pecho comparado con los narcos de hoy. Él metía 500 kilos en un viaje y hoy el narco común manda cuatro mil, y si le va bien manda 30 mil.

Desde el día de su muerte estuvimos dispuestos a entregar la fortuna porque sabíamos que íbamos a estar perseguidos eternamente. No queríamos seguir siendo presos de la fortuna que nos había obligado a aguantar.

Mi padre se autodefinía como «una máquina de hacer dinero».

Le agradezco a él haberme mostrado el camino que no hay que recorrer.

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