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viernes, 29 marzo , 2024

Lola Arias y su película de Malvinas: Teatro de guerra

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Por Javier Mattio.- Se estrena en Córdoba Teatro de guerra, la incursión en cine de la multifacética Lola Arias. El filme reúne a veteranos de Malvinas en un experimento narrativo.

Con visos de terapia grupal, reconstrucción de un crimen o experimento con seres humanos, la película Teatro de guerra de Lola Arias (1976) reúne a seis veteranos argentinos y británicos de la Guerra de Malvinas para exponer sus historias, 35 años después del conflicto.

Lejos del documental al uso, Teatro de guerra refleja el sello multidisciplinario de Arias (escritora, dramaturga, artista) en un filme inclasificable e inespecífico en el que los excombatientes –y exenemigos– charlan y confiesan, bailan y tocan canciones, mueven muñequitos de soldados y actúan roles y escenas del lejano campo de batalla en un revisionismo inquieto y urticante (afín al de Albertina Carri desde Los rubios a Cuatreros). Entre la provocación y la conciliación, la incomodidad y la risa, el drama y la farsa, Arias interroga y desactiva la narración entendida como Historia, identidad y género artístico.

Debut cinematográfico y desprendimiento de su obra teatral Campo minado –que a su vez proviene de una temprana videoinstalación y puede entenderse como sucesión de la trilogía escénica Mi vida después–, Teatro de guerra implica el final de un proceso que insumió cinco años pero también una irrupción provechosa que ameritó premios en el Festival de Cine de Berlín y el Bafici.

“La obra y la película son paralelas en el sentido de que el filme nunca fue pensado como un mero registro o backstage. Ambos tienen relación porque los protagonistas son los mismos, pero fueron pensados como proyectos distintos. La obra es más sobre la convivencia, la creación de una comunidad utópica de veteranos; y la película es un ensayo sobre cómo representar una guerra y un trabajo sobre la representación de la memoria. Surge de interrogantes como ¿Se puede representar algo que solo existe en la cabeza de alguien?, ¿Cuáles son las imágenes que persisten a través de los años?, ¿Qué relación hay entre imagen, recuerdo y reconstrucción?”, apunta Arias.

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Y completa: “Siempre me interesó la relación que tuvo la Guerra de Malvinas con la dictadura, sobre la que ya había trabajado en Mi vida después. Cómo algunos veteranos fueron víctimas de esa dictadura y otros eran los mismos oficiales que habían estado en la represión. Ese carácter tan complejo de la guerra, peleada en su mayoría por conscriptos, suponía consecuencias a largo plazo de las que hablan los protagonistas de la película y la obra. Cuando presenté el proyecto en la exhibición ‘Después de la guerra’ en Londres en 2014 empecé a preguntarme también por las marcas que dejó la guerra en los ingleses”.

Grupo humano

Teatro de guerra es tanto teatro como guerra, y por eso su singular despliegue –que incluye escenas brechtianas en el set entre luces y asistentes de sonido– sería imposible sin el colorido ejército de personajes que le dan forma.

Entre ellos están David Jackson, un radio operador inglés que se pasó la guerra dentro de un camión; el nepalés Sukrim Rai, que echa luz sobre el mito sanguinario de los Gurkas; Rubén Otero, un sobreviviente del Belgrano, o Gabriel Sagastume, cuya única incursión armada fue disparar un fusil trabado.

“Cada uno está elegido por quién es, cómo es, su nivel de perfomer, su tipo de energía”, revela Arias. Y sigue: “La película trabaja mucho sobre qué le pasó a estos hombres a lo largo de los 35 años que pasaron, tiene el sentido de ser hecha hoy. Y se muestra la creación del proyecto, por eso hay escenas donde los actores discuten sobre qué significa ser actor, los ingleses hablan de la dificultad de ser dirigidos por una artista argentina y de su miedo a que sólo se haga hincapié en el sufrimiento argentino”.

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Y agrega: “La película se hace cargo del experimento que significó hacerla. Había un riesgo muy grande que todavía está porque la obra de teatro sigue girando y es compleja de sostener. Campo minado se estrenó hace dos años y ya hicimos 27 ciudades del mundo con este grupo”.

Focalizada en traer al cubo blanco contemporáneo los tullidos y frondosos recuerdos personales, la artista esboza nuevas maneras de contarnos a nosotros mismos. Y, con ello, de hacer arte.

Arias: “La revisión del pasado permite crear nuevas narrativas. En este caso era importante desarmar ideas preconcebidas que incluso yo tenía sobre la guerra, por ejemplo que los argentinos habían sufrido más que los ingleses. La experiencia me mostró que a pesar de tener una preparación y haber ido voluntariamente a la guerra, los ingleses sufrieron enormemente. Y que nadie está preparado para una guerra, que es vivir el dilema de matar o morir. No hay vuelta atrás, es una experiencia irreversible que produce un efecto distinto en cada persona. Mi idea de que ellos habían sufrido menos estaba determinada por la información y mi educación como argentina, que la obra dio vuelta”.

La artista concluye: “Muchas veces me preguntan ‘qué sos’, porque soy directora de teatro, hago cine, escribo, como si eso fuera un problema. Hay un prejuicio en relación a ese hacer múltiple y mi experiencia con el arte es desde hace tiempo así. Pienso un proyecto y voy encontrando formatos y modos cambiantes”.

“El teatro que hago no se parece al teatro tradicional de ficción, ni el cine que hago con el de ficción. Lo que hago queda un poco raro en todos lados. Uno diría que esta película es un documental, pero no sé, ¿qué es el género documental? Me gustaría decir que soy una artista y que el mundo entienda que ser artista también es eso, que realizar trabajos en varios medios es de algún modo natural y no una deformación, un desafío o un capricho”.

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