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viernes, 26 abril , 2024

Macri y su gran dilema: ¿pacta o no con el peronismo?

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El presidente Mauricio Macri decidió en los dos primeros años de ejercicio del poder, acordar varias reformas con los peronistas. Cuestiones internas del Gobierno y su relación con la oposición condicionan el escenario que viene

El Gobierno de Mauricio Macri se enfrenta a un dilema y una incógnita de peso, debido a la agenda y los métodos para llevarla adelante del propio presidente.

Es que Macri decidió, tras dos primeros años de ejercicio del poder, encabezando -muchas veces- las encuestas y con un programa gradualista de la economía, acordar reformas con los peronistas. Ahora las cosas no son tan sencillas. Acorralado y preocupado por la crisis financiera que vive la Argentina, con expectativas sociales por el suelo y con la creciente necesidad de ajustar las cuentas públicas, prefiere estar solo.

Muchos creen que esto es una verdadera contradicción de su parte, y también hay muchos que afirman que tiene buenos motivos para seguir con esa postura. Sólo los resultados a futuro indicarán si, efectivamente, es acertado lo que hace.

Tal como indica el periodista Carlos Pagni en La Nación, «El argumento inicial para no hacer depender el éxito del programa negociado con el FMI de un entendimiento con el peronismo es que ese partido, igual que el empresariado o el sindicalismo, carece de un liderazgo unificado. Macri debería agradecer ese defecto. Porque esconde un
beneficio. La fragmentación peronista le dificulta la gobernabilidad. Pero le facilita la competencia electoral».

De todos modos, también hay otros motivos para prescindir de un pacto con el peronismo, y es que nadie puede estar en condiciones de afirmar que ese sector político de la oposición esté más que dispuesto a colaborar. Así las cosas, la fragmentación interna -y ciertas luchas- del peronismo y su costado más intransigente (el kirchnerismo) impone su dureza a todas las demás ramas del partido.

La reforma laboral y la modificación de la Carta Orgánica del Banco Central son verdaderamente dos casos testigos en este juego político. En ambos casos los senadores del peronismo liderados por Miguel Pichetto advirtieron al Gobierno de Macri: «No nos manden los proyectos porque Cristina nos terminará denunciando por entregar a los trabajadores o prestarnos al acuerdo con el Fondo». Con esto, queda claro que el peronismo que no responde al kirchnerismo puede conciliar con el Gobierno en varios de los temas en los que también lo haría la expresidenta
Cristina Kirchner. Las diferencias se dan más en las formas que lo que hace a lo conceptual.

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Es justamente ese gran peso de la ex mandataria lo que preocupa a Macri y hace que se muestre bastante pesimista por un posible acuerdo o pacto con el peronismo. «Nos usan para sacarse de encima la mala imagen de la gestión anterior; pero cuando llegue el momento de firmar, nos dejan solos», cree Macri.

Al respecto, ya hay claras señales de ese cinismo que daavierte Macri. Sin ir más lejos, Luis Barrionuevo, interventor en el PJ, organizó un panel sobre Economía con la participación del duhaldista Aldo Pignanelli, el massista Marco Lavagna y Fernando Yarade, jefe de Gabinete del gobernador Juan Manuel Urtubey. Quienes expongan
también pondrán sobre la mesa varios interrogantes, entre ellos, ¿si vale la pena el acuerdo con el Fondo?, ¿si en algún momento el peso se va a fortalecer?, ¿es posible otro plan económico que no ahonde la diferencia entre ricos y pobres? Las respuestas -dada la coyuntura- parecen casi obvias y más que previsibles: no, no y sí.

También sostiene Pagni en su informe en La Nación: «Un factor modificará el peso relativo de los actores y profundizará los desacuerdos. Es la inevitable recesión. A mayor caída en el nivel de actividad, mayor distanciamiento del PJ. Esta divergencia plantea un problema temporal que Macri tiene claro: en el caso de que acuerde un ajuste fiscal ahora, es improbable que los legisladores peronistas se lo convaliden en septiembre, cuando se trate el presupuesto en el Congreso, en un contexto económico y social más depresivo».

Tampoco hay que perder de vista el efecto y el impacto de la recesión económica en el plano político y, así las cosas, habrá que saber si los radicales serán solidarios con el recorte del gasto público.

Según Pagni, «en la UCR ya circulan objeciones. «¿Vamos a bajar programas sociales a las provincias mientras mantenemos el programa de reducción de retenciones para el campo, que ha mejorado su rentabilidad con la devaluación?», se preguntaba ayer un influyente dirigente radical. No es la disidencia más relevante. En la
conducción del radicalismo, que encabeza Alfredo Cornejo, temen muchísimo los efectos recesivos de la depreciación del peso, de la altísima tasa de interés y del ajuste fiscal. Allí influyen economistas heterodoxos, como Alfonso Prat-Gay, Martín Lousteau y Pablo Gerchunoff. ¿Puede reeditarse una discusión dentro de Cambiemos como la que ocurrió con las tarifas en abril? Los peronistas esperan que se desencadene esa pelea de familia para ponerse más duros frente al oficialismo».

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El costado personalista de Macri, entre tanto, queda expuesto con su idea de prescindir del PJ en varios temas, mientras que su rechazo natural a establecer pactos políticos que, en primera instancia, restaría puntos a su imagen de autoridad es la otra cara de la moneda: surge la de concentrar las decisiones administrativas en unos pocos colaboradores, con un gabinete está fragmentado en 20 ministerios.

En su informe exclusivo para La Nación, Pagni sostiene: «La rutina de trabajo consiste en infinidad de reuniones de coordinación, para que todas las decisiones sean colegiadas. «Hay tantas ‘mesas’ que la Casa Rosada parece una mueblería», suele bromear un diputado. Así como objetan el aislamiento respecto del PJ, los radicales critican esta dispersión. Cornejo se lo hizo saber a Macri. Macri, paciente, escucha. Pero está a años luz de aceptar recomendaciones sobre cómo organizar su gabinete. «Que me traigan soluciones para el verdadero problema, que es reducir el déficit», masculla».

El repliegue que provoca Macri sobre sí mismo influye directamente en el balance interno del poder. Así las cosas, todo esto le da más fuerza a Marcos Peña. En contraposición a esa imagen están María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta, que -en definitiva- han sido los primeros en tratar de acercarse al PJ, incluido Sergio Massa, con quien Macri no quiere una reconciliación, algo que -por otro lado- es bien visto por Elisa Carrió.

Los motivos de Vidal y Larreta tienen efecto en lo inmediato y a corto plazo. Los dos tienen mucho que perder en un conflicto con el peronismo. La dirigencia de ese partido sabe que, para tener alguna chance competitiva el año próximo, deben quitar recursos a la Capital y, sobre todo, a la provincia de Buenos Aires.

En su informe de La Nación, el periodista Pagni expresa también: «La pregunta más importante: ¿es posible cumplir con el programa con el Fondo sin acordar con el PJ? El Gobierno cree que sí. No por el tecnicismo de que se puede gobernar el año próximo con el presupuesto de este año. El razonamiento en el que se sostiene la decisión de Macri es más sofisticado. Confía en que los gobernadores y los legisladores no kirchneristas se aproximen sin que los llamen, porque cualquier maniobra obstructiva los asociaría a Cristina Kirchner. Es el problema de dirigentes como Massa, Urtubey, Pichetto o Schiaretti: si colaboran demasiado, pagan los costos del ajuste; si obstruyen, fortalecen a su antigua jefa. En su propósito de conseguir acuerdos parlamentarios, Macri consintió la ficción de que el PJ dialoguista no tuvo nada que ver con los desaguisados que dejó el kirchnerismo. Pero desde el conflicto por las tarifas abandonó esa presentación piadosa y comenzó a hablar de «el gobierno peronista que nos precedió». Algo así como «fueron todos». Con tal de evitar ese discurso, creen en la Casa Rosada, el PJ poskirchnerista se resignará a cooperar».

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La ex presidenta Cristina Kirchner colabora con la situación y no dice si se va a postular. Y deja correr las candidaturas de Felipe Solá, Agustín Rossi y el exneokirchnerista Alberto Fernández, acompañados por Axel Kicillof
como vice y Máximo Kirchner como candidato a diputado. Desde que la Cámara de Casación retiró del Tribunal Oral N° 8, que la juzgará por la denuncia de Alberto Nisman, a la jueza Sabrina Namer, está convencida de que el Gobierno
quiere encarcelarla. Si no a ella, a su hija. En Comodoro Py aseguran que Juan Martín Mena y el exsecretario de Justicia Julián Álvarez realizan gestiones para evitar ese destino. Tiembla Osvaldo Sanfelice, Bochi. Podría ser la moneda de cambio por sus sospechosos negocios en Bariloche. Es el mejor amigo de la familia. En su mansión de la zona norte Cristina Kirchner suele pasar la Navidad.

Finalmente, dice Pagni en La Nación: «La contradicción Macri-Kirchner se suma a la interminable colección de paradojas que mortifican al Gobierno. El mundo del dinero ve en la eventual reelección de Macri una garantía. Pero si la alternativa es un reflujo populista, esperará para tomar decisiones. Las inversiones se seguirán demorando. Aunque el Gobierno cumpla con el Fondo».

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